La palabra ministerio, del latín ministerium, se refiere a la función del servidor; luego, ministro es aquel que sirve. Desde los inicios de la Iglesia, los cristianos se refieren a aquellos que realizan diferentes servicios en la comunidad como ministros. Con el pasar del tiempo y el desarrollo de la jerarquía eclesiástica, esos servicios fueron categorizados, destacándose los ministerios ordenados, o sea, los que reciben el sacramento del orden, así como los diversos ministerios laicales, siendo algunos de ellos instituidos oficialmente por medio de un rito, como los ministros extraordinarios de la Comunión, lectores y acólitos.
Esa sistematización, con todo, no tomaba de los demás servicios eclesiales su carácter ministerial, en medio de los diferentes dones y carismas existentes en la Iglesia, a la vista de la evangelización, entre los que está la catequesis. Esto es resaltado en el actual Directorio para la Catequesis, publicado por el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, con aprobación del Papa en junio del 2020. En el capítulo III, dedicado al catequista, el documento recuerda lo que dice la constitución dogmática Lumen gentium, del Concilio Vaticano II (1962-1965): "En la edificación del cuerpo de Cristo, hay diversidad de miembros y de funciones. Único es el Espíritu que, para el bien de la Iglesia, distribuye sus dones conforme a su riqueza y las necesidades de los ministerios".
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