domingo, 27 de agosto de 2023

Misas e intenciones de la parroquia de Padrón

 


Domingo XXI del Tiempo Ordinario, A

En el Evangelio de Mateo, que acabamos de escuchar en este domingo ya casi de final del verano, Jesús pregunta a sus discípulos acerca de lo que piensa la gente sobre Él, era una buena manera de conocer el estado de opinión sobre su persona. Las respuestas son variadas, todas ellas con fundamento, pero no dan con la verdadera identidad de Jesús. Tiene que ser Pedro quien se erija en portavoz de todo el grupo, tome la palabra y dé la respuesta que Jesús quería y esperaba: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Era Pedro, un hombre sencillo, tosco, impulsivo, pero que ha sido capaz de descubrir verdaderamente quien era Jesús. Y Jesús planta la firmeza de la Iglesia sobre los hombros de este hombre que curiosamente lo va a negar tres veces, así supo Pedro, que a pesar de su cobardía, iba a ser el mejor timonel que Dios podía encontrar para esa barca que se pondría en marcha al faltar El.

Buen ejemplo, este de Pedro: descubrir a Jesús no quiere decir que no tengamos defectos, posiblemente muchos, como también pecados; al contrario es necesario descubrirlo con nuestras cobardías, nuestras negaciones, y nuestras miradas para atrás cuando nos cuesta ser auténticos y consecuentes con nuestra fe. Aprendamos de él, y lo mismo que él lloró su culpa, nosotros tengamos la valentía de reconocer nuestros fallos, y trabajar sin descanso para intentar vencerlos y superarlos. Cuando esto lo hagamos, por ese Jesús que desea nuestra superación, entonces como Pedro haremos nuestra su misma confesión de fe en El.

domingo, 13 de agosto de 2023

Mañana, Asunción de la Virgen María

El martes, celebramos la fiesta de la Asunción de María. El catecismo citando al Concilio Vaticano II nos dice que: “Finalmente la Virgen Inmaculada libre de toda mancha de pecado original, terminado el curso de su vida en la tierra fue llevada a la gloria del cielo y elevada al trono por el Señor como Reina del Universo para ser conformada más plenamente a su Hijo Señor de los Señores y vencedor del pecado y de la muerte".

El dogma de la Asunción fue declarado por el Papa Pío XII en 1950. Este dogma nos confirma que fue Asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial. La tradición, ya desde los primeros siglos, creía que quien conservó la virginidad, también conservaría el cuerpo sin corrupción. Que quien había visto al Hijo en la cruz, también lo contemplaría en la Gloria.

Entre los extraordinarios dones que María recibió están, la Maternidad divina, la Virginidad y la Asunción, cuya fiesta mañana celebramos. Esta fiesta nos llena de gozosa esperanza porque manifiesta cómo Dios no deja sin recompensa la total entrega de María. Es día de gozo y esperanza porque tenemos a María de intercesora y nos dice que también nosotros podremos disfrutar de esa felicidad.

La devoción a la Virgen creció especialmente a partir del concilio de Éfeso del 431 d.C., donde se definió la Maternidad divina. Entre nosotros, hoy es día de Esperanza y Gozo como se manifiesta en los más de 4000 Santuarios Marianos que hay en España y en los miles de pueblos que hoy celebran su fiesta. Pueblos entre los que están Santa María de Iria Flavia (Misa Solemne a las 12:00 h, al terminar la misma, procesión), Santa María de Herbón (Misa Solemne a las 13:30 h con procesión) y Santa María de Cruces -La Esclavitud-, con la Misa Solemne y posterior procesión a las 12:00 h. En esta misa 10 niños recibirán a Jesús por primera vez.

Domingo XIX del Tiempo Ordinario

En la primera lectura escuchamos cómo el profeta Elías pensaba que Dios se manifestaba en los sucesos extraordinarios, sin embargo no era así. Dios empuja a Elías a salir de la ciudad, a que se adentre en el desierto y suba a la montaña, porque Dios iba a pasar por allí. Primero aparecen, las sacudidas de la tierra, el viento huracanado, un terremoto, un fuego que lo consumía todo, pero allí no estaba Dios, y esto resultaba sorprendente para el profeta, no lo entendía. Dios se le iba a presentar en la suave brisa mañanera, esa suave brisa matinal, que relaja, refresca, y parece que te anima a vivir. Y Dios estaba allí, no en las grandes manifestaciones sorprendentes y terroríficas, donde esperaba el profeta encontrarlo.

Este pasaje queda ya también como una buena y gran lección para nosotros en este domingo, muchas veces quizá busquemos a Dios en las cosas sorprendentes, llamativas y en la máxima manifestación de nuestra falta de fe, pero con buena intención, le pedimos a Dios una señal espectacular, para que su presencia se haga mas evidente, y todos puedan creer. Y no nos damos cuenta de que estamos siendo como aquel soldado del evangelio, que le decía a Jesús que si era el Hijo de Dios se bajara de la cruz, para que todos vieran y creyeran en él, y claro que hubieran creído, pero no comprendió, como tampoco nosotros entendemos, que Jesús estaba manifestando su divinidad precisamente al morir en la cruz. Cuando pedimos cosas sorprendentes a Dios, para así poder creer en él, estamos actuando como este soldado.

A Jesús lo podremos descubrir de muchas maneras, pero hoy la palabra de Dios nos ha dicho que también se le pude descubrir en las cosas sencillas, en lo que nos pasa a diario, en nuestra vida corriente de todos los días, en el amor de los hijos, en el cariño de los esposos, en el respeto a los compañeros de trabajo, de oficina, en el convivir diario con los vecinos de parroquia, en la persona que me encuentro al salir a la calle, en ese suceso familiar que no acabo de entender y que me hace sufrir, en esas cosas y en esas personas, se nos está manifestando nuestro Dios, y quiere que lo descubramos aunque nos cueste, lo mismo que le costó a Elías descubrirlo en esa brisa pasajera y casi insignificante.

En el evangelio, Pedro, fascinado por la presencia de Jesús, y con su temperamento característico, se lanza al agua para estar cerca de Él, pero cuando comienza a hundirse, aparecen sus dudas. Quizá esto también nos pase a nosotros, queremos ser fieles a Jesús, queremos sentir su presencia, y estar junto a él, pero cuando aparecen las primeras dificultades, rápidamente comenzamos a dudar, nos sentimos solos, sin nadie que nos auxilie, y nuestra fe se viene abajo. Por eso le decimos, Señor auméntanos la fe, que te sepamos descubrir y sentir, siempre, incluso cuando parece que más te ocultas de nosotros, incluso cuando nos parezca que no apareces por ningún lado.