domingo, 27 de noviembre de 2022

I Domingo de Adviento, A

Un año más iniciamos este tiempo en el que la Iglesia nos invita a la oración, a la conversión y a la espera, a prepararnos para la venida del Mesías, de nuestro Salvador, de Jesús de Nazaret.

Ante esta invitación podemos pasar de largo, enredados en todos los quehaceres cotidianos, o pararnos y tomar conciencia del momento que vivimos. El Adviento es, precisamente, esto, una nueva oportunidad. Una nueva oportunidad para el encuentro con Jesús. Nuestra pregunta de este tiempo debe ser ¿cómo tengo que prepararme para recibir a Jesús como se merece?, esta es la pregunta que el cristiano tiene que intentar responder en este tiempo de preparación. Las lecturas de cada domingo nos irán dando pistas que yo tengo que intentar ir descubriendo, para ver lo que Dios me pide, y sobre todo, lo que yo estoy dispuesto a dar.

El profeta Isaías nos pide que, para recibir bien a Jesús, tengo que buscar la paz... la paz en los ambientes donde mi vida se desenvuelva.

Pablo y el evangelio de San Mateo, nos piden que estemos alertas. Es esta otra característica del adviento, es como un tiempo de expectación, ante lo que va a suceder. Y sobre todo velar, es decir prepararnos ante lo que va a suceder, que cuando llegue no nos coja desprevenidos. Por eso el Adviento, es tiempo de reflexión, tiempo para orar, tiempo de planificar la Navidad, tiempo de practicar la misericordia, la paz, y la conversión personal.

Como vemos es mucha la tarea que nos falta.

domingo, 20 de noviembre de 2022

Cristo, Rey del Universo

Hoy último domingo del Año Litúrgico, miramos a Jesús en el momento de la Cruz. Ahí aparece el rey, burlado, azotado, soportando el dolor, entregando su vida, que rey tan contradictorio y misterioso, ese rey que dice que no es más importante el que se sienta a la mesa, sino el que sirve la mesa, y que dice que El está como el que sirve.

En el trance de la cruz Jesús se sigue comportando como trasparencia de la misericordia divina, ejerciendo su oficio de salvador, rescatando a quien puede para el paraíso. Siempre perdonando y siempre acogiendo. La salvación de Jesús se nos muestra por lo tanto, no como algo restringido, reducido, sino abierto y universal.

domingo, 13 de noviembre de 2022

Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario, ciclo C

Jesús nos dice no es dejéis engañar. Cuando alguien nos hable en nombre de Jesús, si tenemos dudas sobre si es auténtico testigo o no, no lo dudemos, oigamos lo que dice, pero sobre todo veamos su vida: si no busca nada para su propio interés, si sus preferidos son los preferidos de Jesús, si no le interesa únicamente los primeros puestos, si su principal virtud es el servicio desinteresado, a ese es al que tenemos que escuchar y seguir.

El aviso de las dificultades del seguimiento, tampoco viene mal. Todos sabemos, analizando nuestra propia vida de creyentes, las dificultades de ser un buen seguidor de Jesús hoy. Gracias a Dios, en nuestra cultura, por lo menos, han pasado los tiempos en lo que el creyente en Jesús se jugaba la vida por serlo. Pero a lo largo de toda la Historia de la Iglesia, el creyente auténtico con manifestaciones muy diversas ha tenido sus dificultades, y las seguirá teniendo porque la cruz es algo consustancial a nuestra fe, la autenticidad a la hora de vivir algo, prácticamente siempre va acompañada de momentos de dolor.

¿Cuáles son las dificultades de nuestro tiempo?, salvando las que cada uno descubre en su vivencia personal, lo que son nuestros pecados, nuestros fallos, nuestras debilidades, nuestra falta de compromiso, que todos debemos saber reconocer. Esta sociedad que nos ha tocado vivir, a la que el sentimiento religioso cada vez le resulta más indiferente, intenta empujar al creyente al olvido, quiere reducir lo religioso al ámbito de la conciencia individual, sin que este sentimiento tenga nada que aportar en el ámbito de la convivencia. Lo religioso es considerado como antiguo, superado, que pone trabas a todo lo que signifique progreso y modernidad, incluso se etiqueta al hombre religioso como enemigo de la convivencia democrática. Es verdad que los creyentes tenemos que mirar hacia nosotros mismos y ver lo que tenemos que ir cambiando, para que sin perder nuestra identidad, sepamos responder a los retos del hombre de nuestro tiempo, del hombre del siglo XXI, pero y creo que todos estamos convencidos, que la vivencia religiosa auténtica, puede aportar mucho a la felicidad y a la realización individual de las personas.

sábado, 5 de noviembre de 2022

6 de Noviembre: Día de la Iglesia Diocesana

 El secretariado para el Sostenimiento de la Iglesia lanza la campaña para el Día de la Iglesia diocesana, que este año se celebra el domingo 6 de noviembre. Una jornada que se convierte en una oportunidad para dar las «Gracias por tanto», que es el lema que se propone para este año.

El Día de la Iglesia diocesana es un día de fiesta. Un día para celebrar que “juntos logramos una parroquia viva, apasionada por Jesucristo y entregada a los demás”. Cada año, esta campaña, pone su empeño en recordar que en la parroquia nacemos a la fe y en ella descubrimos que somos una familia dentro de otra gran familia, la de los hijos de Dios. Pero además, activa a “esta gran familia” a ponerse al servicio de los demás y a contribuir para hacer una parroquia más comprometida y cercana porque “juntos llegamos más lejos”. 


Domingo XXXII del Tiempo Ordinario C

Cuando los cristianos confesamos nuestra fe en la resurrección, cuando confesamos nuestra fe en ese Dios bondadoso que nos acoge después de la muerte ¿sabemos lo que decimos, y a lo que nos compromete? Jesús en el evangelio de hoy rompe los esquemas de aquellos que intentaron pillarle. Hoy también quiere romper los nuestros y nos pide que vivamos nuestra vida con tal intensidad que no nos aflijamos ante la muerte como los hombres sin esperanza. Nos pide que miremos su cruz y que no olvidemos la resurrección que el nos quiso regalar.

Señor aumenta nuestra fe también en esos momentos en los que nos cuesta mas descubrirte, en los que nos cuesta tanto reconocerte, en los que nos cuesta más sentirte a nuestro lado, en los momentos de dolor, soledad y muerte. Se lo pedimos al Señor, y lo hacemos los unos para los otros, y lo hacemos sin olvidar a los que menos tienen, a los que sufren, están enfermos, a los que están solos o los que carecen de todo, incluso de sentirse queridos por alguien.