sábado, 30 de noviembre de 2024

I Domingo de Adviento, C

 El Primer Domingo de Adviento inaugura un tiempo de esperanza y vigilancia, en el que somos invitados a contemplar la venida del Señor con ojos de fe. El Evangelio de Lucas nos presenta una escena cargada de símbolos apocalípticos, pero lejos de infundir miedo, Jesús nos llama a levantar la cabeza y a mantenernos firmes, recordándonos que nuestra liberación está cerca. Este mensaje es profundamente esperanzador: ante las dificultades y angustias que podamos experimentar en la vida, Dios se hace presente como la fuente de nuestra redención y nuestra fortaleza. Adviento, por tanto, es una invitación a descubrir la cercanía de Dios en medio de los desafíos del mundo.

Sin embargo, Jesús nos advierte sobre el peligro de la distracción y la tibieza espiritual. Las "inquietudes de la vida" y la superficialidad pueden embotar nuestro corazón y alejarnos del propósito verdadero de nuestra existencia: vivir en comunión con Dios y con los demás. Por eso, este tiempo es también un llamado a la vigilancia activa y a la oración constante, para que nuestra vida esté alineada con el Reino de Dios. En este Adviento, cultivemos un corazón despierto y abierto al encuentro con el Señor, renovemos nuestra fe y vivamos con esperanza, sabiendo que el Hijo del Hombre viene con poder y gloria para restaurar todas las cosas.

viernes, 22 de noviembre de 2024

Jesucristo, rey del Universo

El diálogo entre Jesús y Pilato nos introduce en el misterio del reino de Cristo, que no se fundamenta en los parámetros de este mundo. Cuando Jesús afirma que su reino "no es de este mundo", no está negando su realeza, sino señalando que su poder no es terrenal ni político, sino espiritual y eterno. Su autoridad no se ejerce con fuerza ni violencia, sino con el testimonio de la verdad, un testimonio que revela el amor de Dios y la dignidad de cada ser humano. En un mundo acostumbrado a reinos de opresión y dominio, Jesús redefine lo que significa ser rey: servir, amar y entregar la vida por los demás.

Celebrar a Cristo como Rey del Universo nos desafía a vivir como ciudadanos de su reino, guiados por los valores de justicia, paz, verdad y misericordia. Su trono es la cruz, y su victoria es el amor que vence al pecado y la muerte. En esta solemnidad, estamos llamados a preguntarnos si Cristo reina verdaderamente en nuestra vida. Reconocerlo como nuestro Rey no es solo un acto de fe, sino un compromiso concreto para construir su reino aquí y ahora, siendo testigos de la verdad en nuestras palabras, acciones y decisiones cotidianas.

Hoy, mientras proclamamos a Cristo como Rey del Universo, preguntémonos: ¿Es Él el rey de nuestro corazón? ¿Vivimos como ciudadanos de su reino, sembrando amor y verdad en nuestras familias, comunidades y en el mundo?

Pasatiempos Domingo Jesucristo, Rey del Universo


Aquí las soluciones:

 




viernes, 15 de noviembre de 2024

¡Gracias por hacerlo posible!

El pasado 27 de octubre, en la Iglesia celebramos el Día del Domund. El Domund es el día en que, de un modo especial, la Iglesia universal reza por los misioneros y colabora con las misiones de todo el mundo.
 
Queremos agradecer de corazón a todas las personas que colaboraron desde las parroquias de la Unidad Pastoral de Padrón. ¡Gracias a vuestra generosidad, hemos logrado recaudar un total de 1.927,25 € para esta noble causa! 
 
Estos recursos ayudarán a llevar esperanza, amor y el mensaje de Cristo a los rincones más necesitados de nuestro planeta. 
 
Recuerda que aún puedes seguir colaborando rezando por los misioneros que entregan su vida al servicio de los demás.
 
¡Sigamos siendo una Iglesia en salida, comprometida y misionera!
 

 

sábado, 9 de noviembre de 2024

Domingo XXXII del Tiempo Ordinario, B

 El evangelio de este domingo nos presenta una de esas escenas en las que Jesús desenmascara las apariencias y va directo al corazón. Nos invita a fijarnos no solo en lo que se da, sino en cómo y desde dónde se da. Los escribas, tan pendientes de la imagen y del estatus, han olvidado la esencia de la fe: servir, no servirse. La viuda, por otro lado, da desde la generosidad pura, sin reservas ni necesidad de ser vista. Con ese pequeño acto, ella nos enseña que Dios ve más allá de lo que el mundo considera importante y valora la entrega sincera.

Jesús aprovecha esta escena para hacernos reflexionar sobre nuestras propias motivaciones y nuestra relación con lo material. Muchas veces damos lo que nos sobra, como si eso bastara para cumplir, pero nos cuesta ofrecer desde el corazón. La viuda nos inspira a confiar y dar lo mejor de nosotros, aunque parezca poco, porque para Dios, no se trata de la cantidad, sino del amor y la entrega con los que compartimos. ¿Y tú, qué estás dispuesto a dar, incluso en tu necesidad?

Pasatiempos XXXII Domingo del Tiempo Ordinario, B

 

 

Ahora las soluciones:



 

sábado, 2 de noviembre de 2024

Domingo XXXI del TO B

Este Evangelio nos recuerda que el amor es el centro de la vida cristiana, y Jesús lo sintetiza en dos mandamientos inseparables: amar a Dios con toda el alma, el corazón y las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo. Cuando el escriba, un experto en la Ley, escucha esta respuesta, queda impresionado, no porque sea una novedad en sí, sino porque Jesús coloca estos dos mandamientos en igualdad de importancia y en una relación indisoluble. Amar a Dios y amar al prójimo no son actos separados, sino que juntos conforman la esencia de una vida verdaderamente cristiana. Jesús, con su vida y sus palabras, nos enseña que este amor no se reduce a palabras o a sacrificios externos, sino que implica una conversión profunda del corazón. Este mensaje, que escuchamos desde pequeños, es siempre un reto porque nos exige una coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos, y nos impulsa a vivir cada día con sinceridad y autenticidad.

El mensaje de Jesús también nos interpela sobre cómo vivimos nuestro amor en lo cotidiano. El amor a Dios y al prójimo es algo práctico, tangible, y se concreta en gestos, palabras y en la forma en que tratamos a quienes nos rodean, especialmente a los más necesitados. Como cristianos, somos llamados a ser instrumentos de este amor y a vivirlo con paciencia, sin caer en una rutina superficial o en acciones que no reflejen una verdadera conversión interior. La Eucaristía y el Espíritu Santo son nuestros medios para sostenernos en este camino, fortaleciendo nuestra fe y dándonos el impulso para crecer en madurez espiritual. Así, como seguidores de Jesús, estamos invitados a seguir su ejemplo con humildad, constancia y entrega, buscando hacer del amor una verdadera unidad entre Dios y los hermanos.