martes, 31 de octubre de 2017

Dos clases de inclinación de cabeza

En el rito romano actual hay dos clases de inclinación: de cuerpo o profunda, y de cabeza.

A) La inclinación profunda se hace doblando todo el tronco superior, desde la cintura, hacia delante.

Esta inclinación se hace:

1.- Al altar, todos los que se acercan al presbiterio, o se retiran, o pasan delante.

2.- En la oración “Purifica mi corazón”, que se dice antes de proclamar el Evangelio, si lo dice el sacerdote; o el diácono mientras recibe la bendición antes de proclamarlo.

3.- En las palabras “Y por obra del Espíritu Santo…” del Credo.

4.- El sacerdote en la oración “Acepta, Señor, nuestro corazón contrito” durante el ofertorio.

5.- El sacerdote en el Canon Romano, durante las palabras “Te pedimos humildemente”.

6.- El sacerdote, además, debe pronunciar las palabras del Señor, durante la Consagración, haciendo una inclinación.

7.- Los acólitos hacen la inclinación antes de acercarse a prestarle un servicio al celebrante (acercarle el misal, lavarle las manos, ponerle la mitra).

8.- También se requiere la inclinación profunda al Obispo, antes y después de la incensación.

Además, habrá que hacerla cada vez que los distintos libros litúrgicos lo ordenan expresamente.

B) En la inclinación de cabeza, únicamente se mueve la cabeza desde el cuello, sin que se mueva el tronco.

La inclinación de cabeza se realiza cuando se mencionan las tres Personas Divinas a la vez (por ejemplo, en la primera parte del Gloria) el nombre de Jesús, el nombre de María o el santo en honor a quien se celebra la misa. Textualmente dice la Instrucción General del Misal Romano en el núm. 275: “La inclinación de cabeza se hace cuando se nombran al mismo tiempo las tres Divinas Personas, y al nombre de Jesús, de la bienaventurada Virgen María y del Santo en cuyo honor se celebra la Misa.”

Cuando concurren el nombre de la Virgen María o al santo del día junto con el nombre de Jesús (por ejemplo, en la Plegaria Eucarística I), se sugiere hacer más profunda la inclinación al nombre de Jesús.

En principio esto es una obligación de los celebrantes; pero la Instrucción no lo menciona como obligación única de los sacerdotes. Por tanto, creo que los fieles también podemos y debemos hacerlo, como un signo de reverencia al Nombre de Jesús y de María, y a la Trinidad, lo que además nos ayudará a estar más atentos.

En la forma extraordinaria, además de hacer una inclinación de cabeza ante los nombres de Jesús, de María, del santo del día, o al mencionar juntas a las tres Personas Divinas, tiene que hacerse también cuando se menciona el nombre del pontífice reinante.


Esta práctica la usa Mons. Georg Gänswein, Prefecto de la Casa Pontificia y secretario del papa emérito Benedicto XVI. Eso se puede apreciar en el siguiente vídeo de una misa en la que concelebra con el papa Francisco y que, al decir su nombre, inclina la cabeza.


lunes, 30 de octubre de 2017

Qué celebramos el día de todos los Santos y el de Difuntos

En estos días, los cristianos celebramos dos fechas muy señaladas en nuestro calendario. Cada año, el 1 y el 2 de noviembre, miles de personas celebran la festividad de Todos los Santos junto con la conmemoración de los Fieles Difuntos; una ocasión que nos ha de llenar el corazón de inmensa esperanza, aunque la realidad actual muchas veces se nos imponga, trayéndonos un sentido muy distinto a aquel con el que nuestros mayores celebraban estas fiestas religiosas.

Hoy en día, nos cruzamos con fiestas que tienen que ver muy poco con el sentido cristiano; en nuestros colegios se enseña a los niños a celebrar fiestas de brujas y fantasmas, que de alguna manera son fiestas de muerte. En las calles, bares, restaurantes, tiendas, etc, se extiende un ambiente de miedo y terror que desvirtúa el verdadero sentido de estos días. Mientras unos celebran la muerte, los cristianos celebramos con esperanza la llamada que Dios nos hace a la Vida Eterna. Mientras algunos se quedan en fiestas de fantasmas, los cristianos rezamos por nuestros hermanos que partieron un día para estar junto al Padre Dios. Por todo ello, sería muy bueno aclarar qué celebramos en estos días.

DÍA DE TODOS LOS SANTOS

El día 1, solemnidad de Todos los Santos, celebramos la fiesta de todos aquellos que ya viven junto a Dios. Son santos, no porque hicieran muchas cosas maravillosas, sino porque intentaron cada día seguir los planes de Dios desde las cosas sencillas. Vivieron la llamada que Dios nos hace a todos a la santidad, y ahora gozan de la alegría que no tiene fin, junto a Él. Y por eso, porque millones de ellos son gente anónima que no ha sido canonizada, la Iglesia estableció un día para celebrar su memoria. Seguro que, entre todos ellos, hay gente que conocemos tú y yo.

DÍA DE LOS FIELES DIFUNTOS

El día 2, unida a la fiesta del día anterior, los cristianos celebramos la memoria de todos los Fieles Difuntos. No pedimos solamente por los nuestros, o por los del último año, o por los conocidos, ... sino por todos los que han muerto. Pedimos a Dios, que es compasivo y misericordioso, que los admita junto a Él en su casa. Y es que nuestros hermanos difuntos, lo que más necesitan es nuestra oración. Mi abuela Pura me enseñó desde niño que, cuando visitara el cementerio en estos días, rezase por todos los difuntos; por todos, pero especialmente por aquellos a los que nadie recordaba, y me decía que “una flor se marchita, una lágrima se derrama, pero una oración llega al alma”. Y por eso desde estas líneas, os animo a todos a que viváis con fe estas celebraciones.

VELAS COMO SIGNO DE RESURRECCIÓN

El día de Todos los Santos, demos gracias por esa cantidad enorme de personas que son para nosotros ejemplo de seguimiento del Señor. El día 2, recemos por todas las personas que vivieron entre nosotros y que, quizás, necesitan de purificación. Son nuestros hermanos difuntos (las almas del purgatorio). Pongamos esas velas como signo de nuestra fe en la Resurrección, y esas flores que, además de recuerdo, expresan la vida nueva junto a Dios. Porque Él no nos llama a “no sabemos qué”, sino a vivir para siempre, en una vida que ya no cuenta ni con el dolor, ni con la enfermedad... ni siquiera con la misma muerte. “En la vida y en la muerte somos del Señor”. Esta frase de San Pablo resume muy bien el sentido de estos días. Hemos sido creados por Amor y nuestra meta está en Vivir para siempre y amar sin medida.

Misas e intenciones de la Parroquia de Iria


Santos y Difuntos en Padrón, Iria, La Esclavitud, Herbón y Oín








Misas e intenciones de la Parroquia de Padrón


lunes, 23 de octubre de 2017

Tres verdades que los católicos creemos acerca del purgatorio



Sobre el purgatorio se dicen muchas cosas, pero no siempre tenemos ideas claras para orientar nuestra propia fe y nuestro apostolado. Resumidamente, el padre Mike señala los puntos principales sobre la doctrina del purgatorio dentro de la unidad de la fe católica. Los puntos que toca son muy claros y los apoya con ejemplos gráficos. Además sustenta muchas ideas con textos bíblicos. Para complementar esta catequesis, te ponemos a continuación algunos párrafos del Catecismo de la Iglesia Católica (al cual es importante acudir siempre para nuestra buena formación) que te ayudarán a complementar las ideas del video y profundizar más en ellas.

Que con estos recursos puedas sentirte llamado a vivir tu vida cristiana como una respuesta libre a la gracia de Dios y puedas ver el purgatorio como una extensión de la misma dinámica esencial de nuestra vida: ser llamados, amados y purificados por Dios para entrar en comunión con Él.

El juicio particular

«La muerte pone fin a la vida del hombre como tiempo abierto a la aceptación o rechazo de la gracia divina manifestada en Cristo (cf. 2 Tm 1, 9-10). El Nuevo Testamento habla del juicio principalmente en la perspectiva del encuentro final con Cristo en su segunda venida; pero también asegura reiteradamente la existencia de la retribución inmediata después de la muerte de cada uno como consecuencia de sus obras y de su fe. La parábola del pobre Lázaro (cf. Lc 16, 22) y la palabra de Cristo en la Cruz al buen ladrón (cf. Lc 23, 43), así como otros textos del Nuevo Testamento (cf. 2 Co 5,8; Flp 1, 23; Hb 9, 27; 12, 23) hablan de un último destino del alma (cf. Mt 16, 26) que puede ser diferente para unos y para otros» (Catecismo de la Iglesia Católica 1021).

«Cada hombre, después de morir, recibe en su alma inmortal su retribución eterna en un juicio particular que refiere su vida a Cristo, bien a través de una purificación, bien para entrar inmediatamente en la bienaventuranza del cielo, bien para condenarse inmediatamente para siempre» (Catecismo de la Iglesia Católica 1022).

«A la tarde te examinarán en el amor» (San Juan de la Cruz, Avisos y sentencias, 57).

La purificación final o purgatorio

«Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo» (Catecismo de la Iglesia Católica 1030).

«La Iglesia llama purgatorio a esta purificación final de los elegidos que es completamente distinta del castigo de los condenados. La Iglesia ha formulado la doctrina de la fe relativa al purgatorio sobre todo en los Concilios de Florencia (cf. DS 1304) y de Trento (cf. DS 1820; 1580). La tradición de la Iglesia, haciendo referencia a ciertos textos de la Escritura (1 Co 3, 15; 1 P 1, 7) habla de un fuego purificador» (Catecismo de la Iglesia Católica 1031).

«Esta enseñanza se apoya también en la práctica de la oración por los difuntos, de la que ya habla la Escritura: “Por eso mandó [Judas Macabeo] hacer este sacrificio expiatorio en favor de los muertos, para que quedaran liberados del pecado” (2 M 12, 46). Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el sacrificio eucarístico (cf. DS 856), para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios. La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos» (Catecismo de la Iglesia Católica 1032).

«Llevémosles socorros y hagamos su conmemoración. Si los hijos de Job fueron purificados por el sacrificio de su padre (cf. Jb 1, 5), ¿por qué habríamos de dudar de que nuestras ofrendas por los muertos les lleven un cierto consuelo? […] No dudemos, pues, en socorrer a los que han partido y en ofrecer nuestras plegarias por ellos» (San Juan Crisóstomo, In epistulam I ad Corinthios homilia 41, 5).

Misas e intenciones de la parroquia de Padrón


Misas e intenciones de la parroquia de Iria



miércoles, 18 de octubre de 2017

¿Cómo se reza el Vía Crucis? Guía visual, paso por paso

Puede que no sepamos con exactitud en qué momento de la historia el Vía Crucis se convirtió en una de las oraciones más bellas y vivas de la religión católica. Sabemos sin embargo por la tradición que era la misma Santa María la que visitaba diariamente las estaciones originales. Es una práctica hermosa, llena de amor, dolor, alegría y memoria de un sacrificio sin igual, creo que con saber eso basta. Es verdad que el Viernes Santo recordamos especialmente el camino al Calvario, pero recordemos que la Pasión de Cristo la podemos vivir todos los días. Esta oración tiene como finalidad unirnos espiritualmente a Cristo en un rezo que es casi “un viaje” en en tiempo y espacio al momento crucial de nuestra salvación.

Los primeros registros que se tienen hablan de peregrinos que visitaban Tierra Santa y necesitaban recordar el camino hacia el Calvario. Al no ser posible que todos visitaran Jerusalén por distintos motivos, entre ellos las guerras, el rezo de las distintas estaciones se empezó a difundir por toda Europa hasta conformarse en la oración que hoy conocemos.

El Vía Crucis tiene una forma especial de rezarse. Consta de 15 estaciones. Hasta hace poco se rezaban solo 14 estaciones, pero ahora se puede incluir  la 15ª estación que nos recuerda que Cristo triunfó sobre la muerte resucitando al tercer día. Cada estación representa un momento específico de la Pasión, es por esto que se recomienda rezarlo caminando y deteniéndose en cada estación pues nos ayuda tener a mano las imágenes que nos recuerden las estaciones.

Existen ayudas como devocionarios, aplicaciones en el celular y hasta un rosario con una configuración distinta. Puedes rezarlo en tu casa, en tu comunidad y frecuentemente en una iglesia siguiendo las estaciones, que deben estar alrededor del templo, y en otros lugares católicos como santuarios y capillas que tienen el Vía Crucis.

Acá te dejamos una guía, paso a paso de cómo debes hacerlo:

1. Inicio

Por la señal, de la Santa Cruz de nuestros enemigos líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Oración inicial: Existen variantes de la oración inicial, aquí te dejamos algunas:

«Señor, que la meditación de tu Pasión y Muerte nos anime y ayude a tomar la cruz de cada día y seguirte, para un día resucitar contigo en la gloria. Amén».

«Alma de Cristo, santifícame. Cuerpo de Cristo, sálvame. Sangre de Cristo, embriágame. Agua del costado de Cristo, lávame. Pasión de Cristo, confórtame. Oh buen Jesús, óyeme. Dentro de tus llagas, escóndeme. No permitas que me aparte de Ti. Del maligno enemigo, defiéndeme. En la hora de mi muerte, llámame y mándame ir a Ti, para que con tus santos te alabe, por los siglos de los siglos. Amén».

2. Acto de Contrición

No es obligatorio pero siempre es recomendable hacerlo:

«Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Creador, Padre y redentor mío; por ser Vos quien sois, Bondad infinita, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón de haberos ofendido; también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno. Ayudado de vuestra divina gracia propongo firmemente nunca más pecar, confesarme, y cumplir la penitencia que me fuere impuesta. Amén».

3. Inicio del rezo de las estaciones

Se enuncia cada estación y se repite: «Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa Cruz redimiste al mundo». Luego se realiza una pequeña meditación. Terminada cada estación se rezan un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria. Existen algunas variantes, pero por lo general esta es la estructura básica:

1ª estación: Jesús es sentenciado a muerte 



Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.

Sentenciado, y no por un tribunal, sino por todos. Condenado por los mismos que le habían aclamado poco antes. Y Él calla… Nosotros huímos de ser reprochados. Y saltamos inmediatamente…

Dame, Señor, imitarte, uniéndome a Ti por el Silencio cuando alguien me haga sufrir. Yo lo merezco. ¡Ayúdame! Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria…

2ª estación: Jesús cargado con la Cruz



Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Que yo comprenda, Señor, el valor de la cruz, de mis pequeñas cruces de cada día, de mis achaques, de mis dolencias, de mi soledad.

Dame convertir en ofrenda amorosa, en reparación por mi vida y en apostolado por mis hermanos, mi cruz de cada día. Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria…

3ª estación: Jesús cae por primera vez bajo el peso de la Cruz 



Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Tú caes, Señor, para redimirme. Para ayudarme a levantarme en mis caídas diarias, cuando después de haberme propuesto ser fiel, vuelvo a reincidir en mis defectos cotidianos. ¡Ayúdame a levantarme siempre y a seguir mi camino hacia Ti! Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria…

4ª estación: Jesús se encuentra con su Madre 



Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Haz Señor, que me encuentre al lado de tu Madre en todos los momentos de mi vida.

Con ella, apoyándome en su cariño maternal, tengo la seguridad de llegar a Ti en el último día de mi existencia. ¡Ayúdame Madre! Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria…

5ª estación: el Cirineo ayuda al Señor a llevar la Cruz



Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Cada uno de nosotros tenemos nuestra vocación, hemos venido al mundo para algo concreto, para realizarnos de una manera particular.

¿Cuál es la mía y cómo la llevo a cabo? Pero hay algo, Señor, que es misión mía y de todos: la de ser cirineo de los demás, la de ayudar a todos. ¿Cómo llevo adelante la realización de mi misión de cirineo? Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria…

6ª estación: la Verónica enjuga el rostro de Jesús  



Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Es la mujer valiente, decidida, que se acerca a Ti cuando todos te abandonan. Yo, Señor, te abandono cuando me dejo llevar por el “qué dirán”, del respeto humano, cuando no me atrevo a defender al prójimo ausente, cuando no me atrevo a replicar una broma que ridiculiza a los que tratan de acercarse a Ti.

Y en tantas otras ocasiones. Ayúdame a no dejarme llevar por el respeto humano, por el “qué dirán”. Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria…

7ª estación: segunda caída en el camino de la Cruz



Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Caes, Señor, por segunda vez. El Vía Crucis nos señala tres caídas en tu caminar hacia el Calvario. Tal vez fueran más.

Caes delante de todos… ¿Cuándo aprenderé yo a no temer el quedar mal ante los demás, por un error, por una equivocación? ¿Cuándo aprenderé que también eso se puede convertir en ofrenda? Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria…

8ª estación: Jesús consuela a las hijas de Jerusalén 



Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Muchas veces tendría yo que analizar la causa de mis lágrimas. Al menos, de mis pesares, de mis preocupaciones. Tal vez hay en ellos un fondo de orgullo, de amor propio mal entendido, de egoísmo, de envidia.

Debería llorar por mi falta de correspondencia a tus innumerables beneficios de cada día, que me manifiestan, Señor, cuánto me quieres. Dame profunda gratitud y correspondencia a tu misericordia. Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria…

9ª estación: Jesús cae por tercera vez 



Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Tercera caída. Más cerca de la Cruz. Más agotado, más falto de fuerzas. Caes desfallecido, Señor.

Yo digo que me pesan los años, que no soy el de antes, que me siento incapaz. Dame, Señor, imitarte en esta tercera caída y haz que mi desfallecimiento sea beneficioso para otros, porque te lo doy a Ti para ellos. Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria…

10ª estación: Jesús es despojado de sus vestiduras 



Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Arrancan tus vestiduras, adheridas a Ti por la sangre de tus heridas. A infinita distancia de tu dolor, yo he sentido, a veces, cómo algo se arrancaba dolorosamente de mí por la pérdida de mis seres queridos.

Que yo sepa ofrecerte el recuerdo de las separaciones que me desgarraron, uniéndome a tu pasión y esforzándome en consolar a los que sufren, huyendo de mi propio egoísmo. Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria…

11ª estación: Jesús clavado en la Cruz 



Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Señor, que yo disminuya mis limitaciones con mi esfuerzo y así pueda ayudar a mis hermanos. Y que cuando mi esfuerzo no consiga disminuirlas, me esfuerce en ofrecértelas también por ellos. Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria…

12ª estación: Jesús muere en la Cruz



Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Te adoro, mi Señor, muerto en la Cruz por Salvarme. Te adoro y beso tus llagas, las heridas de los clavos, la lanzada del costado… ¡Gracias, Señor, gracias! Has muerto por salvarme, por salvarnos.

Dame responder a tu amor con amor, cumplir tu Voluntad, trabajar por mi salvación, ayudado de tu gracia. Y dame trabajar con ahínco por la salvación de mis hermanos. Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria…

13ª estación: Jesús en brazos de su Madre 



Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Déjame estar a tu lado, Madre, especialmente en estos momentos de tu dolor incomparable. Déjame estar a tu lado. Más te pido: que hoy y siempre me tengas cerca de Ti y te compadezcas de mí. ¡Mírame con compasión, no me dejes, Madre mía! Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria…

14ª estación: el cadáver de Jesús es puesto en el sepulcro 



Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Todo ha terminado. Pero no: después de la muerte, la Resurrección. Enséñame a ver lo que pasa, lo transitorio y pasajero, a la luz de lo que no pasa. Y que esa luz ilumine todos mis actos. Así sea. Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria…

15ª estación: Jesús resucita al tercer día 



Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe.  Por las veces que he hecho vana mi fe al creer en mitos que van en contra de tu Resurrección.  Por las veces en que olvido que si no muero a mí mismo, Jesús, no podré resucitar contigo.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria…

4. Oración Final

Así como en la oración de inicio existen variantes, a continuación de dejamos algunas:

«Señor mío Jesucristo, que con tu Pasión y Muerte diste vida al mundo, líbranos de todas nuestras culpas y de toda inclinación al mal, concédenos vivir apegados a tus Mandamientos y jamás permitas que nos separemos de Ti.  Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén».

«Te suplico, Señor, que me concedas, por intercesión de tu Madre la Virgen, que cada vez que medite tu Pasión, quede grabado en mí con marca de actualidad constante, lo que Tú has hecho por mí y tus constantes beneficios. Haz, Señor, que me acompañe, durante toda mi vida, un agradecimiento inmenso a tu Bondad. Amén»

«Virgen Santísima de los Dolores, mírame cargando la cruz de mi sufrimiento; acompáñame como acompañaste a tu Hijo Jesús en el camino del Calvario; eres mi Madre y te necesito. Ayúdame a sufrir con amor y esperanza para que mi dolor sea dolor redentor que en las manos de Dios se convierta en un gran bien para la salvación de las almas. Amén».

«El Vía Crucis nos muestra un Dios que padece él mismo los sufrimientos de los hombres, y cuyo amor no permanece impasible y alejado, sino que viene a estar con nosotros, hasta su muerte en la cruz (cf. Flp 2, 8). El Dios que comparte nuestras amarguras, el Dios que se ha hecho hombre para llevar nuestra cruz, quiere transformar nuestro corazón de piedra y llamarnos a compartir también el sufrimiento de los demás; quiere darnos un «corazón de carne» que no sea insensible ante la desgracia ajena, sino que sienta compasión y nos lleve al amor que cura y socorre» (Cardenal Josef Ratzinger).

Pasatiempos XXIX Domingo del Tiempo Ordinario A



jueves, 12 de octubre de 2017

Pasatiempos XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario



Nuestra Señora la Virgen del Pilar

Cuenta la Tradición que el Apóstol Santiago viajó a España para predicar el Evangelio y que la Virgen María se le apareció en un pilar, mientras ella aún vivía en Tierra Santa. De allí es que surge la advocación de Nuestra Señora del Pilar que se celebra cada 12 de octubre.

Era el año 40 d.c. y Santiago Apóstol, en una noche de profunda oración a orillas de río Ebro, vio a la Madre de Jesús, quien le pidió que se le edificase ahí una Iglesia con el altar en derredor al pilar.

"Este sitio permanecerá hasta el fin del mundo para que la virtud de Dios obre portentos y maravillas por mi intercesión con aquellos que imploren mi ayuda", dijo la Virgen María.

Esto se cumplió. El lugar ha sobrevivido a invasiones, la guerra civil española y la caída de bombas que no estallaron. Además, con el fomento de la devoción, se han obrado numerosos milagros.

Después de la aparición, Santiago y sus discípulos comenzaron a construir una capilla, donde estaba la columna, y le dieron el nombre de “Santa María del Pilar”. Lo que se convirtió en el primer templo del mundo dedicado a la Virgen María.

San Juan Pablo II, en 1984, reconoció a la Virgen del Pilar como “Patrona de la Hispanidad”.

Un poco de historia

La tradición de la Virgen del Pilar, tal como ha surgido de unos documentos del siglo XIII que se conservan en la catedral de Zaragoza, se remonta a la época inmediatamente posterior a la Ascensión de Jesucristo, cuando los apóstoles predicaban el Evangelio. Se dice que Santiago el Mayor había desembarcado en la Península por el puerto de Cartagena, lugar donde fundó la primera diócesis española, predicando desde entonces por diversos territorios del país. Los documentos dicen textualmente que Santiago, "llegó con sus nuevos discípulos a través de Galicia y de Castilla, hasta Aragón, donde está situada la ciudad de Zaragoza, en las riberas del Ebro. Allí predicó Santiago muchos días y, entre los muchos convertidos eligió como acompañantes a ocho hombres, con los cuales trataba de día del reino de Dios, y por la noche, recorría las riberas para tomar algún descanso". 

En la noche del 2 de enero del año 40, Santiago se encontraba con sus discípulos junto al río Ebro cuando "oyó voces de ángeles que cantaban Ave María, Gratia Plena y vio aparecer a la Virgen Madre de Cristo, de pie sobre un pilar de mármol". La Santísima Virgen, que aún vivía en carne mortal, le pidió al Apóstol que se le construyese allí una iglesia, con el altar en torno al p

ilar donde estaba de pie y prometió que "permanecerá este sitio hasta el fin de los tiempos para que la virtud de Dios obre portentos y maravillas por mi intercesión con aquellos que en sus necesidades imploren mi patrocinio". Desapareció la Virgen y quedó ahí el pilar. El Apóstol Santiago y los ocho testigos del prodigio comenzaron inmediatamente a edificar una iglesia en aquel sitio y, antes de que estuviese terminada la Iglesia, Santiago ordenó presbítero a uno de sus discípulos para servicio de la misma, la consagró y le dio el título de Santa María del Pilar, antes de regresarse a Judea. Esta fue la primera iglesia dedicada en honor a la Virgen Santísima.

La devoción del pueblo por la Virgen del Pilar se halla tan arraigada entre los españoles y desde épocas tan remotas, que la Santa Sede permitió el establecimiento del Oficio del Pilar en el que se consigna la aparición de la Virgen del Pilar como "una antigua y piadosa creencia". En 1438 se escribió un "Libro de Milagros" atribuidos a la Virgen del Pilar, que contribuyó al fomento de la devoción hasta el punto de que, el rey Fernando el Católico dijo: "creemos que ninguno de los católicos de occidente ignora que en la ciudad de Zaragoza hay un templo de admirable devoción sagrada y antiquísima, dedicado a la Santa y Purísima Virgen y Madre de Dios, Santa María del Pilar, que resplandece con innumerables y continuos milagros".

El Papa Clemente XII señaló la fecha del 12 de octubre para la festividad particular de la Virgen del Pilar, pero ya desde siglos antes, en todas las iglesias de España y entre los pueblos sujetos al rey católico, se celebraba la dicha de haber tenido a la Madre de Dios en su región cuando todavía vivía en carne mortal. 

Tres rasgos peculiares que caracterizan a Ntra. Sra. del Pilar y la distinguen de otras advocaciones marianas. El primero es que se trata de una venida extraordinaria de la Virgen durante su vida mortal. La segunda la constituye la Columna o Pilar que la misma Señora trajo para que sobre él se construyera la primera capilla que, de hecho, sería el primer templo mariano de toda la Cristiandad. Y la tercera es la vinculación de la tradición pilarista con la tradición jacobea (Santiago de Compostela); por ello, Zaragoza y Compostela, el Pilar y Santiago, han constituido los ejes fundamentales en torno a los cuales ha girado durante siglos la espiritualidad de España.

La Basílica del Pilar, en Zaragoza, constituye en la actualidad uno de los santuarios marianos más importantes del mundo y recibe contínuas peregrinaciones. Ante la Virgen han orado gentes de todas las razas, desde los más humildes, hasta los reyes y gobernantes más poderosos, e incluso pontífices. El grandioso templo neoclásico se levanta sobre el lugar de la aparición, conservándose la Columna de piedra que la Virgen dejó como testimonio, un Pilar que simboliza la idea de solidez del edificio-iglesia, el conducto que une el Cielo y la Tierra, a María como puerta de la salvación.

El día 12 de octubre de 1492 fue precisamente cuando las tres carabelas de Cristóbal Colón avistaban las desconocidas tierras de América, lo que ha motivado que la Virgen del Pilar haya sido proclamada como patrona de la Hispanidad, constituyendo el mejor símbolo de unión entre los pueblos del viejo y nuevo continente. Su fiesta se celebra con gran fasto en todas las naciones de habla hispana y especialmente en la ciudad de Zaragoza, donde miles de personas venidas de todo el mundo realizan una multitudinaria ofrenda floral a la Virgen.



Algunos materiales