sábado, 27 de abril de 2024

5º Domingo de Pascua para niños

Si no estamos unidos a Jesús, no podemos dar fruto. Esto es fácil de entender. Debemos estar siempre unidos a Jesús para poder dar fruto. Muchas veces, cuando nos van mal las cosas, no queremos escuchar a nadie y queremos resolver los problemas nosotros solos.

Pues Jesús nos dice que permanezcamos unidos entre nosotros y que estemos siempre unidos a Él.

Nos cuesta demasiado entender que no podemos ir por libre, que evangelizar es algo que debemos hacer en comunidad. Y a veces vivimos en un mundo que nos anima a solucionar los problema solos. Pero la fe se vive con otros, en comunión.

V Domingo de Pascua

En este quinto domingo de Pascua del ciclo B, el Evangelio de San Juan nos invita a reflexionar sobre la metáfora de la vid y los sarmientos para profundizar en la relación esencial y vital que debemos cultivar con Cristo. Jesús se presenta como la verdadera vid, de la cual dependemos completamente para dar fruto en nuestras vidas. En esta imagen, se destaca el papel activo del Padre como labrador, quien poda y cuida cada sarmiento para optimizar su productividad y salud. Esta acción divina no solo implica cuidado y atención, sino también un llamado a una purificación constante por parte de nosotros, los sarmientos, para que seamos capaces de dar más fruto.

La enseñanza es clara: separados de Jesús, no podemos hacer nada. Así como un sarmiento cortado de la vid se marchita y muere, nuestra vida espiritual se estanca y se seca sin una unión íntima y constante con Cristo. Este Evangelio nos llama a una introspección sobre cómo estamos respondiendo a la palabra de Jesús que ha sido plantada en nosotros. ¿Estamos permitiendo que esa palabra eche raíces profundas y nos transforme? ¿O estamos resistiendo la poda necesaria que nos limpiaría de todo lo que impide nuestro crecimiento? La invitación de Jesús a "permanecer" en Él es una llamada a cultivar una relación continua, una comunión diaria que nos fortalece y renueva, permitiéndonos ser verdaderos discípulos en cada aspecto de nuestra existencia.

domingo, 21 de abril de 2024

IV Domingo de Pascua B para niños

 

Así como los pastores cuidan de sus ovejas, las alimentan, las curan, Jesús es el Buen Pastor que cuida y da la vida por sus ovejas. En realidad, está hablando de nosotros. Nos cuida, está siempre a nuestro lado... 

Es muy parecido a lo que hacen nuestras madres y nuestros padres -y nuestros abuelos- por nosotros. Dedican todo el tiempo que sea necesario para que nosotros podamos ser felices.

Nosotros también debemos seguir los pasos de Jesús y cuidar a otras personas -como una gran familia-, así como un pastor cuida de sus ovejas.


 

sábado, 20 de abril de 2024

IV Domingo de Pascua B

El cuarto domingo de Pascua, conocido como el Domingo del Buen Pastor, nos ofrece una imagen de Jesús, que se identifica a sí mismo como el pastor que sacrifica su vida por el bienestar de sus ovejas. En el Evangelio de hoy, se nos invita a reflexionar sobre la entrega absoluta de Jesús por amor a la humanidad, un amor que va más allá del simple deber y que se manifiesta en un compromiso total con aquellos a quienes ama. ¿Qué entendemos por dar la vida? Uno se desvive, da su vida, cuando es capaz de vivir la entrega a los demás, a través del cuidado, la ternura, el amor, la cercanía, la presencia física junto a los otros.
En el Domingo del Buen Pastor, coloca la Iglesia la jornada mundial de Oración por las vocaciones. Una nueva invitación a sensibilizarnos ante el problema de la escasez de las mismas, y recordar nuestra obligación de rezar por ellas. Lo que cambia el corazón de las personas y nos convierte no son solo las palabras, las ideas o las razones, sino la escucha de la voz del Buen Pastor y la confianza plena en Él, una escucha en la que continuamente nos está haciendo una invitación a ser misericordiosos como Él lo fue.


Pasatiempos IV Domingo de Pascua B

 


 

He aquí las soluciones:




 

domingo, 14 de abril de 2024

III Domingo de Pascua B

En el pasaje de hoy del Evangelio según San Lucas, se nos presenta una poderosa manifestación de Jesús resucitado entre sus discípulos, que va más allá de simples palabras de consuelo o revelaciones místicas. Aquí, Jesús interactúa físicamente con ellos, mostrando sus manos y pies y compartiendo una comida, desafiando directamente su incredulidad y miedo. Esta escena refuerza la verdad de su resurrección corpórea, contrarrestando la idea de que solo era un espíritu. Este acto de compartir el alimento no solo satisface una necesidad física, sino que también simboliza la comunión y la continuidad de la vida en comunidad que Jesús siempre promovió. La fe, no se basa únicamente en tradiciones heredadas o en la autoridad de los demás, sino en una experiencia personal y transformadora con el Dios vivo, que nos desafía a vivir de manera coherente con lo que profesamos creer.