En muchas de nuestras parroquias
se celebran en estos días las Primeras Comuniones. En la nuestra, mañana día 1
de mayo. No sólo es un momento especial de gracia para los niños, sino también
para sus familias y para las comunidades parroquiales. Todos los cristianos
compartimos el gozo y la alegría de este día, sin embargo, en la celebración de
la Primera Comunión vemos la necesidad de depurar algunas adherencias que
pueden llegar a deformar la maravilla de este Sacramento. Permitidme algunas
reflexiones:
1.- “Dejad que los niños se
acerquen a mí…” (Mc 10, 14). Antes de otras consideraciones, lo primero es caer
en la cuenta de que Jesucristo desea tener una relación personal con cada uno
de los más pequeños. Tenemos el riesgo de despreciar la religiosidad infantil,
pensando que los niños no tienen la “madurez” suficiente para discernir desde
un espíritu crítico, sin dejarse arrastrar por las influencias de su entorno, y
sin ser capaces de opciones definitivas de vida. Sin embargo, no es ése el
pensamiento que refleja el Evangelio de Jesucristo: “Si no os hacéis como niños
no entraréis en el Reino de los Cielos” (Mt 18, 3) “Le presentaban unos niños
para que los tocara; pero los discípulos les reñían. Mas Jesús, al ver esto, se
enfadó y les dijo: « Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis, porque
de los que son como éstos es el Reino de Dios. Yo os aseguro: el que no reciba
el Reino de Dios como niño, no entrará en él. » Y abrazaba a los niños, y los
bendecía poniendo las manos sobre ellos.” (Mc 10, 13-16).
Sin duda alguna, de la lectura
del Evangelio se desprende que para la unión con Dios, la soberbia del adulto
es un obstáculo mucho mayor que la inmadurez del niño. Dios es perfectamente
capaz de transmitir su mensaje eterno en un lenguaje sencillo e infantil. Más
aún, ¡gusta de hacerlo! y posiblemente le resulte mucho más impenetrable
nuestro lenguaje “adulto”. Las Primeras Comuniones de nuestros niños nos
recuerdan el ideal evangélico de hacernos como niños, con toda su sencillez y
pureza, en el seguimiento de Cristo.
Se narra una anécdota
protagonizada por un conocido filósofo inglés ilustrado, A. Collins, quien se
encontró con un campesino que, a la hora del Ángelus, interrumpía su trabajo de
labriego para recogerse en la oración mariana. Con tono provocativo, el
ilustrado preguntó al labriego: “¿Cómo es tu Dios? ¿Grande o pequeño?”. El
labriego, sin terminar de comprender la malicia que encerraba la pregunta, le
respondió sencillamente: “Dios es tan grande que no cabe en la mente de un
sabio como usted, y tan pequeño que es capaz de caber en un corazón tan pequeño
como el mío”. Tras su conversión, Collins manifestó años más tarde que aquella
reacción del campesino había ejercido sobre él más influencia que todos los
debates sostenidos y libros leídos.
2.- “¡Ay de quien escandalizare a
uno de estos pequeños...!” No olvidemos que en uno de los pasajes más duros
pronunciados por Jesucristo en el Evangelio, se denuncia el grave pecado que
supone que los adultos profanemos la inocencia de los niños. “Así pues, quien
se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos. Y el
que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe. Pero al que
escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le vale que le
cuelguen al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos, y le
hundan en lo profundo del mar”.
No estamos hablando de casos
aislados y puntuales, sino de una cultura que roba artificialmente al niño su
inocencia, y que le impide disfrutar y enriquecerse de ella. No cabe duda de
que éste es uno de los obstáculos mayores, para que la Primera Comunión pueda
tener todo el fruto que Dios espera de ella. Nuestra cultura consumista lanza a
los niños de forma continua y sugestiva, todo un cúmulo de “sensaciones
fuertes” que focalizan su atención y entorpecen en gran manera su apertura
natural a los valores espirituales.
3.- “Hoy te quiero más que ayer
pero menos que mañana”: Permitidme un consejo práctico e importante para cuidar
la Primera Comunión de nuestros niños. Es un error que enfaticemos tanto el
hecho de que sea la “primera” Comunión, y dejemos pasar desapercibida la
“segunda” o la “tercera”…
A nuestros niños, más allá de la
natural ilusión por lo novedoso, tenemos que transmitirles que es más
importante la segunda Comunión que la primera, la tercera que la segunda, o la
cuarta que la tercera; de forma similar a como es más importante que papá y
mamá se sigan diciendo “hoy” que se quieren, diez años después de su boda; o
que los amigos, tras años de amistad, sigan estando ahí…
Os sugiero que hablemos en
profundidad con nuestros pequeños sobre cómo están preparando y viviendo esas
Comuniones posteriores a su “Primera” Comunión.
4.- Los niños, signo de Dios: Es
cierto que en pura lógica, somos los adultos los que tendríamos que ayudar a
los pequeños a acercarse a la Eucaristía y a valorarla. Sin embargo, en los
designios divinos -cada vez con más frecuencia- los niños son el camino del que
Dios se está sirviendo para que muchos adultos puedan descubrir el don de la
Eucaristía. Baste concluir con una anécdota sucedida en octubre de 2005, cuando
el Papa tenía un encuentro con multitud de niños que recientemente habían
recibido su Primera Comunión. Una pequeña le preguntó qué hacer si sus padres
el domingo no van a Misa. A lo que el Papa le contestó sugiriéndole que les
hablase con gran amor y respeto, diciéndoles: “Querido papá, querida mamá,
¿sabéis que hay algo muy importante para todos nosotros y también para
vosotros? Encontrarnos con Jesús”.