La comunicación es imprescindible. Lo sabemos. No hay más que contemplarnos a nosotros mismos y reconocer la necesidad profunda que tenemos de escucharnos, de que nos escuchen, de hablar y de que nos hablen. Es así como se desarrollan las personas. Cada día lo podemos experimentar a nivel personal y a nivel social. Lo que hay que preguntarse es cuánto ayuda a la comunión lo que decimos y lo que callamos. «Como apunta el Evangelio, sin verdad no es posible la libertad, y sin libertad no es posible la convivencia digna».
Hay tantas personas dedicadas a la comunicación que ponen rostro al buen hacer, a la entrega y la humildad, a la sencillez y el sacrificio que supone este oficio... Son muchos y buenos, sobre todo en estos tiempos de pandemia que nos ha tocado vivir... Los periodistas nos han acercado los problemas... pero también las esperanzas del mundo.
Gracias a todos los profesionales de la comunicación que entregan toda su persona a servir, a hilar historias de vida que pueden contribuir, al bien común.
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