En menos de cuatro años (1508-1512), Miguel Ángel pintó,casi en solitario, una bóveda de mil metros cuadrados con trescientas figuras
llenas de color y tensión. Hoy está considerada como la obra cumbre de la pintura universal.
Tras la primera serie de pinturas aplicadas en las paredes de la Capilla, el Papa Julio II(Giuliano della Rovere) encargó a
Miguel Ángel la decoración de la bóveda, los tímpanos sobre las ventanas, los
lunetos y las pechinas de los ángulos. De los tres ciclos de pinturas murales
de la Capilla, éste fue el más ambicioso y de mayores dimensiones. A pesar de
la envergadura de la obra, en la que aparecen representados unas trescientas
figuras, Miguel Ángel realizó la obra en un breve plazo de tiempo, entre mayo
de 1508, en que firma el contrato, y octubre de 1512, en que se da por
concluida la obra.
Al mismo tiempo que se pintaba la bóveda de la
Capilla Sixtina, Rafael comenzaba la decoración de las Estancias Vaticanas, que
completaba el programa de pinturas impulsadas por Julio II y que convertiría a
Roma en un centro pictórico privilegiado.
Miguel Ángel, cuando recibió el encargo
oficial de realizar estas pinturas era un joven escultor de 33 años que ya
contaba con una notable reputación y grandes obras (“Madonna della scala”,
“Baco”, “Piedad”, “Virgen de Brujas” y
el “David”).
Nada más
recibir el encargo, Miguel Ángel comenzó a realizar los dibujos preparatorios
para las diferentes figuras y composiciones. Dada la envergadura de la obra y
el número de figuras del conjunto, el florentino tuvo que realizar un
impresionante número de dibujos preparatorios de los que nos ha llegado poco
más de cincuenta. Hay que tener en cuenta que la bóveda medía 36 metros de
longitud y 13 metros de anchura.
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