El gesto simbólico propio de este día es uno de los que ha calado en la comunidad cristiana, y puede resultar muy pedagógico si se hace con autenticidad, sin precipitación; con sobriedad, pero expresivamente. Como ya ha resonado y se ha comentado la Palabra de Dios, la imposición de la ceniza comunica con facilidad su mensaje de humildad y de conversión.
El sacerdote se impone primero él mismo la ceniza en la cabeza -o se la impone el diácono y otro concelebrante, si lo hay- porque también él, hombre débil, necesita convertirse a la Pascua del Señor. Luego, la impone sobre la cabeza -o en la frente- de los fieles, en forma de una pequeña señal de la cruz. Con voz clara, el sacerdote va diciendo las fórmulas para esta imposición, de forma que el fiel la oiga.
Son dos las fórmulas que hay a este respecto: una apunta a la conversión al Evangelio: "Converíos y creed en el Evangelio". Mientras que la otra alude a nuestra caducidad humana: "Acuérdate que eres polvo y al polvo has de volver".
El sacerdote se impone primero él mismo la ceniza en la cabeza -o se la impone el diácono y otro concelebrante, si lo hay- porque también él, hombre débil, necesita convertirse a la Pascua del Señor. Luego, la impone sobre la cabeza -o en la frente- de los fieles, en forma de una pequeña señal de la cruz. Con voz clara, el sacerdote va diciendo las fórmulas para esta imposición, de forma que el fiel la oiga.
Son dos las fórmulas que hay a este respecto: una apunta a la conversión al Evangelio: "Converíos y creed en el Evangelio". Mientras que la otra alude a nuestra caducidad humana: "Acuérdate que eres polvo y al polvo has de volver".
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