El conocimiento de la propia imperfección no lleva al
desánimo ni a la tristeza. Lleva, más bien, al abandono en Dios y al
empeño por acelerar el paso. Nuestra santa nos estimula, con su
ejemplo, a lo uno y a lo otro. Rita experimentó la eficacia
de abandonarse en Dios; estaba convencida de que la caridad, la
humildad y la paz son inseparables. Ella nos exhorta a proseguir
con gran empeño por el camino de la perfección, poniendo toda
nuestra confianza en el Señor. San Agustín, hablando a sus fieles,
que quería ver siempre más dignos de Cristo, les exhorta así: "que
te desagrade esto que eres ahora si quieres llegar a lo que todavía
no eres. Cuando te has complacido de ti mismo, te has parado; si
has dicho basta, estás perdido. Camina siempre, progresa siempre:
no te pares por el camino, no vuelvas para atrás, no te desvíes...
Es mejor un cojo en el camino que un corredor fuera de él"
(Sermo 169, 18). Rita ha visto que estas palabras nos enseñan a
fiarnos de Dios para que se cumplan en nosotros sus designios
divinos, que son siempre designios de misericordia. Ella lo
experimentó en todos los acontecimientos, hasta en los
más dramáticos de su vida. Sabe por experiencia que vivimos
seguros sólo si en todo nos fiamos de Dios.
Con este sublime mensaje de esperanza cristiana, esperanza
que no es otra cosa que fuerte y humilde fe, podremos caminar por
la vida seguros de que, como Rita, avanzaremos por el camino de la
santificación y colaboraremos en la santificación de nuestros
hermanos.
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