No es tan raro encontrar cristianos que entienden su bautismo como una carga que sobre sus hombros echaron sus padres cuando ellos no eran todavía responsables. No es eso. El bautismo es ante todo un don, una predilección de Dios, una vocación a la fe. Dios no comienza su diálogo con nosotros imponiendo obligaciones, sino amando y ofreciendo su gracia y salvación por Jesucristo. De este amor y don primeros ha de nacer en nosotros una respuesta agradecida y de la misma tonalidad: amor y entrega a Dios y a los hermanos en la Iglesia, a la que somos incorporados, y en el mundo en que vivimos. Así somos capaces de amar con el mismo amor que el Espíritu de Dios derrama en nuestros corazones.
Hemos de asumir libre, consciente y gozosamente nuestra condición de bautizados. Esta categoría de creyentes y discípulos configurados a Cristo en su estilo, en su mentalidad y en su doctrina, es nuestro compromiso personal y comunitario. Mostremos a un mundo desilusionado el rostro esperanzador de Dios. Seamos hombres para los demás, como lo fue Jesús, el Siervo fiel y amado de Dios, lleno de su Espíritu y al servicio de los hermanos, que pasó haciendo el bien a todos.
Creer en Cristo es comprometerse en la obra de la promoción del pobre, de la liberación integral, de la justicia y de la paz; es dar sentido y valor a la vida cotidiana sabiendo por qué y para qué amamos, y adonde queremos ir. Sin descuidar ningún campo: familia, trabajo, convivencia, sociedad. Lo que expresamos en la petición del padrenuestro: "Venga a nosotros tu reino", es obra de jóvenes de espíritu, es decir de bautizados comprometidos.
Hemos de asumir libre, consciente y gozosamente nuestra condición de bautizados. Esta categoría de creyentes y discípulos configurados a Cristo en su estilo, en su mentalidad y en su doctrina, es nuestro compromiso personal y comunitario. Mostremos a un mundo desilusionado el rostro esperanzador de Dios. Seamos hombres para los demás, como lo fue Jesús, el Siervo fiel y amado de Dios, lleno de su Espíritu y al servicio de los hermanos, que pasó haciendo el bien a todos.
Creer en Cristo es comprometerse en la obra de la promoción del pobre, de la liberación integral, de la justicia y de la paz; es dar sentido y valor a la vida cotidiana sabiendo por qué y para qué amamos, y adonde queremos ir. Sin descuidar ningún campo: familia, trabajo, convivencia, sociedad. Lo que expresamos en la petición del padrenuestro: "Venga a nosotros tu reino", es obra de jóvenes de espíritu, es decir de bautizados comprometidos.
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