En este segundo domingo de Adviento aparece en las lecturas el que es una de las figuras prototipo de este tiempo: Juan el Bautista. La primera actividad que nos refiere el evangelio de San Mateo es su predicación. El contenido de sus palabras es la llamada a la conversión y el anuncio de la cercanía del Reino.
Y a él acuden todos los que no están conformes con su forma de vivir, o de ser, los que reconocen que necesitan convertirse. Su reacción ante la presencia de saduceos y fariseos, representantes del judaísmo oficial, es una reacción muy fuerte descalificando su modo de actuar y de ser, echándoles en cara su falta de obras buenas, creyéndose salvados sólo por pertenecer al pueblo escogido, y esto es una de las cosas que el que va a venir va a cambiar, la salvación del que va a venir no será restringida sólo para unos pocos, sino que su salvación será para todos los pueblos, para todos los que quieran acogerla por encima de país, raza o color, y lo que juzgará si se acepta esta salvación o no, serán la obras que cada uno hace, que son las que dan razón de esa salvación.
Juan el Bautista, nos apunta, por tanto, otra dimensión del Adviento, la de la conversión personal, la del reconocimiento de los propios pecados. Para recibir bien a Jesús debo sentirme humilde ante su pequeñez, para descubrirlo con autenticidad debo sentirme pequeño como Él, es una nueva llamada a echar por tierra todo lo que signifique soberbia, o creerse merecedor de algo delante de Dios.
Y a él acuden todos los que no están conformes con su forma de vivir, o de ser, los que reconocen que necesitan convertirse. Su reacción ante la presencia de saduceos y fariseos, representantes del judaísmo oficial, es una reacción muy fuerte descalificando su modo de actuar y de ser, echándoles en cara su falta de obras buenas, creyéndose salvados sólo por pertenecer al pueblo escogido, y esto es una de las cosas que el que va a venir va a cambiar, la salvación del que va a venir no será restringida sólo para unos pocos, sino que su salvación será para todos los pueblos, para todos los que quieran acogerla por encima de país, raza o color, y lo que juzgará si se acepta esta salvación o no, serán la obras que cada uno hace, que son las que dan razón de esa salvación.
Juan el Bautista, nos apunta, por tanto, otra dimensión del Adviento, la de la conversión personal, la del reconocimiento de los propios pecados. Para recibir bien a Jesús debo sentirme humilde ante su pequeñez, para descubrirlo con autenticidad debo sentirme pequeño como Él, es una nueva llamada a echar por tierra todo lo que signifique soberbia, o creerse merecedor de algo delante de Dios.
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