Francisco bendice a los “Niños Dios” durante el Ángelus y pidió la liberación de las seis monjas secuestradas hace un mes en Nigeria: «Que puedan finalmente volver a sus casas».
«Si quitamos a Jesús, ¿qué queda de la Navidad? Una fiesta vacía. La alegría del cristiano no se compra, no la perdamos tampoco en las dificultades», afirmó Francisco durante el Ángelus. «El cristiano, habiendo encontrado a Jesús, no puede ser un profeta de desventura, sino un testimonio y un heraldo de una alegría contagiosa que debe ser compartida con los demás y que hace menos cansado el camino de la vida», advirtió. «La alegría, la oración y el agradecimiento son tres actitudes que nos preparan para vivir la Navidad auténticamente».
Por ello, «en este último tramo del tiempo del Adviento, encomendémonos a la materna intercesión de la Virgen María, que es la causa de nuestra alegría, no solo porque generó a Jesús, sino porque nos lleva constantemente a Él».
Después, el Papa invocó la liberación de las religiosas secuestradas en Nigeria y a todas las demás personas secuestradas. «Me uno de corazón al llamado de los obispos de Nigeria por la liberación de las seis monjas del Corazón Eucarístico de Cristo, secuestradas hace alrededor de un mes en su convento en Iguoriakhi», sostuvo Francisco. «Rezo con insistencia por ellas y por todas las demás personas que se encuentran en esta dolorosa condición: que puedan, en ocasión de la Navidad, volver finalmente a sus casas». Y rezó con los fieles un Ave María.
En la Plaza San Pedro, con los peregrinos reunidos para la oración mariana, también estaban los niños del Centro de Oratorios Romanos, de las parroquias y de las familias de Roma para la bendición de los “Niños Dios” de los pesebres. A ellos el Papa dirigió un saludo y estas palabras: «Queridos niños, les agradezco su presencia alegre y les deseo feliz Navidad: cuando recen en casa, frente al pesebre con sus familiares, déjense atraer por la ternura del Niño Dios, que nació pobre y frágil en medio de nosotros, para darnos su amor». Esta es «la verdadera Natividad», aseguró Francisco. «Es bello lo que puedo leer desde acá, el oratorio es precisamente para cada uno de nosotros: “Siempre hay sitio para ti”, dice el cartel», añadió y después bendijo a los Niños Dios.
«En los domingos pasados, la liturgia subrayaba qué significa ponerse en actitud de vigilancia y qué implica concretamente preparar el camino del Señor –explicó el Pontífice. En este tercer domingo de Adviento, llamado “domingo de la alegría”, la liturgia nos invita a preparar la venida del Señor asumiendo tres actitudes: la alegría constante, la oración perseverante y el continuo dar gracias».
La primera actitud, subrayó Jorge Mario Bergoglio, es la alegría constante: «Estén siempre alegres», exhorta el Apóstol. «Es decir, permanezcan siempre en la alegría, incluso cuando las cosas no salen según nuestros deseos –precisó el Pontífice. Las angustias, las dificultades y los sufrimientos atraviesan la vida de cada uno, y muchas veces a realidad que nos rodea parece ser inhóspita y árida, semejante al desierto en el que resonaba la voz de Juan el Bautista, como recuerda el Evangelio de hoy».
Pero, recordó Francisco, precisamente las palabras del Bautista revelan que «nuestra alegría» se apoya sobre la certeza de que este desierto está habitado: «En medio de ustedes hay alguien que ustedes no conocen». Se trata de Jesús, el enviado del Padre que viene, como subraya Isaías, a «traer el alegre anuncio a los miserables, a vendar las llagas de los corazones rotos, a proclamar la libertad de los esclavos, la liberación de los prisioneros, a promulgar el año de gracia del Señor».
Según el Papa, estas palabras, que Jesús hará suyas en el discurso de la Sinagoga de Nazaret, aclaran que su misión en el mundo consiste en la liberación del pecado y de las esclavitudes personales y sociales que produce. «Él ha venido a la tierra para volver a dar a los hombres la dignidad y la libertad de los hijos de Dios, que sólo él puede comunicar –sostuvo el Pontífice. La alegría que caracteriza la espera del Mesías se basa en la oración perseverante: esta es la segunda actitud. “Recen ininterrumpidamente”, dice Pablo. Mediante la oración podemos entrar en una relación estable con Dios, que es la fuente de la verdadera alegría». El Papa prosiguió de esta manera: «la alegría del cristiano proviene de la fe y del encuentro con Jesucristo, razón de nuestra felicidad». Por ello, entre más estemos «arraigados en Cristo, más encontraremos la serenidad interior, incluso en medio de las contradicciones cotidianas».
La tercera actitud indicada por Pablo es, añadió Francisco, «el constante dar gracias, es decir el amor reconocido» hacia Dios. Él, efectivamente, es «muy generoso con nosotros, y nosotros estamos invitados a reconocer siempre sus beneficios, su amor misericordioso, su paciencia y bondad, viviendo de esta manera un incesante agradecimiento».
Después del Ángelus, Francisco saludó a los peregrinos, familias, grupos parroquiales y asociaciones que estaban presente («de Roma, Italia y de muchas partes del mundo»). En particular, saludó a un grupo de “Lobitos” de Portugal y a otro de peregrinos bolivianos. Desde la Plaza se elevó en coro un “Tanti auguri” por el cumpleaños del Papa, que respondió con un «Muchas gracias».
Antes de despedirse, deseó a todos «un buen domingo y un buen camino hacia la Navidad de Jesús». Y concluyó pidiendo, como acostumbra, que rezaran por él.
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