Tiempo de disponer nuestro corazón para recibir a ese maravilloso Ser
quien por puro amor a nosotros se “anonadó”
quien por puro amor a nosotros se “anonadó”
Sabemos que, como parte de la iglesia que fundó Cristo, celebramos su nacimiento al mundo con una gran fiesta a la que llamamos Navidad. Esta fiesta es sumamente importante, tanto que nos preparamos para recibirla con un periodo de tiempo llamado Adviento y el cual comienza 4 domingos antes de su nacimiento.
La palabra adviento significa “llegada o venida” y es una invitación a vivir en vigilancia, diligencia, sacrificio, penitencia, oración y con un espíritu esperanzador, generoso y agradecido hacia ese ser que siendo todo Dios se hizo hombre y nació por amor a ti y a mí.
Como en todas las tradiciones, su significado más importante no es el exterior, sino el interior. Es decir, saber, conocer y sobretodo vivir el fin espiritual que cada costumbre trae consigo.
Por ejemplo, la corona de adviento donde las familias se reúnen para hacer oración en torno a ella, la cual está hecha de ramas de hojas perennes y simboliza la alegría del tiempo de preparación a la navidad. Esta se decora con velas las cuales se enciende una cada domingo como símbolo de que estamos en espera del Señor con “la lámpara encendida”, listos para su llegada.
Piensa, ¿cómo preparas tu casa cuando esperas la llegada de ese invitado que para ti es muy especial, o de esa persona a la que amas profundamente y hace tiempo no ves? ¿Cómo te preparas tú personalmente para hacerle sentir bienvenido?
Seguro que la limpias hasta dejarla inmaculada, impecable; preparas tus mejores recetas no importando cuanto te canses, gastes o te sacrifiques.
Imagínate, si eso haces por una persona de carne y hueso como tú y como yo, ¿cuánto más crees que debas preparar la morada de tu alma, preparar tu espíritu para recibir a ese Ser que es el amor y dueño absoluto, y que no sólo viene de visita, sino que si tú se lo permites, puede vivir en tu alma eternamente, hacer de ti su morada eterna?
¿Qué puedes hacer para preparar tu alma este Adviento?
Hay quien se reúne cada domingo en familia y vive la tradición de la corona: se enciende una vela, se lee el evangelio, se hace oración y se trabajan algunas virtudes y valores cada semana.
Compartimos algunas sugerencias.
Primera semana: a limpiar. Vive la virtud de la pureza, del perdón y de la rectitud de intención. Asea tu interior con un espíritu vigilante, y limpia en ti todo aquello que no te permita vislumbrar con claridad la magnificencia que Dios ha obrado en ti.
Ponte atento a lo que verdaderamente te hace crecer en amor, y lo que no, deséchalo. Limpia tu alma con un profundo examen de conciencia, pensando en las cosas que te separan de Dios. Luego haz una buena confesión y pídele perdón.
Tú también perdona. Saca de tu corazón aquello que te impida experimentar en profundidad su amor, mismo amor que deseas vivir y transmitir en plenitud a tus semejantes. Puedes hacer esta oración:
Padre bueno, humildemente te suplico dame todo eso que no te he sabido pedir y quítame lo que no te he sabido entregar. Aparte de mí lo que me aparte de ti y nunca permitas que ningún amor humano, ningún bien material, ni ninguna circunstancia de mi vida me separe de ti, de la verdad, de tu corazón porque deseo ser solo tuyo, mi Señor, completamente tuyo.
Segunda semana: a ordenar. La verdadera paz comienza teniendo los amores en orden, viviendo la vida en prioridades, la principal: desear la santidad y llevar almas a Dios.
Ordena tus afectos poniendo a Dios como número uno. Viviendo en obendiencia a sus mandamientos experimentarás orden interior y, por lo tanto, vivirás en verdadera paz. Y esa misma paz será la que transmitas al mundo. Que los demás te vean y digan: “Quiero ser como tú”.
Recuerda que paz no significa ausencia de problemas. Esta es fruto de vivir con la certeza que detrás de cada evento o circunstancia -por muy dolorosos que estos sean- está la mano de Dios y un plan perfecto de salvación para ti y los tuyos.
Tercera semana: a servir. Esta semana vive la caridad y la misericordia hacia tus semejantes con un espíritu alegre. Tu servicio, fruto de un auténtico amor y sacrificio, es alimento para tu alma, motor para tu vida y vehículo del amor de Dios hacia los demás.
Recuerda que dando es cuando verdaderamente recibimos. Amar y servir a ese que nunca te reta es muy fácil; amar y servir a aquel que te hace desatinar con todo y sus defectos, tratando de ver en él únicamente el rostro de Cristo, eso es misericordia.
Cuarta semana: a gozar. Esta es la gran semana, así que a vivir el gozo y la felicidad con el alma henchida de esperanza. Estas nunca serán fruto de tener, sino de SER… Date cuenta de la magnitud de personaje que eres y vive con tal dignidad, haciendo honor a ese nombre que llevas: HIJO DE DIOS.
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