domingo, 25 de septiembre de 2022

XXVI Domingo del Tiempo Ordinario C

En el evangelio de hoy, el hombre que se sentía a gusto como estaba, no escucha a Dios ni escucha al pobre, su mente y su corazón están puestos en exclusiva en las riquezas y en la comodidad, y no le importa nada más, no es que sólo no le importe es que no necesita más.

Vivir en el seguimiento de Jesús es para nosotros una tensión permanente. La tensión entre buscar la propia voluntad y la voluntad de Dios, sobre todo cuando ambas no coinciden. Nos movemos en este dilema continuo. Esto se manifiesta en una serie de situaciones muy concretas, por ejemplo: vivir cómodamente o vivir en actitud de servicio, o sea, yo quiero vivir cómodamente y el Señor me pide vivir en actitud de servicio; vivir mi vida o vivir para los otros; vivir pegado a la vida temporal o vivir en la búsqueda del más allá; escuchar las voces que me complacen, que me adulan o escuchar la llamada permanente a la conversión que Dios me hace. Podríamos añadir otras muchas situaciones.

Continuamente nuestra vida se mueve en esta disyuntiva a la hora de decidirse, es verdad que es esta una lucha continua, pero nuestra opción por Jesús nos exige que revisemos cuáles son nuestras opciones prioritarias. Decidirnos por Él nos exige un poco más de compromiso a la hora de saber lo que tenemos que hacer. Decidirnos por Él, significará más de una vez dejar de lado lo que a mí me gustaría hacer y escoger el camino que Él me propone. Ojalá, a la hora de tomar esta decisión tengamos un poco más en cuenta lo que significa sacrificio, esfuerzo y compromiso personal y dejemos de lado lo que significa, dejadez, pesimismo, pereza y desilusión.

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