En el Evangelio de hoy, encontramos a Jesús recorriendo su camino hacia Jerusalén. Jesús pensó que era una buena ocasión para enumerar a los que le seguían las condiciones necesarias para hacer un buen seguimiento. La primera es que todo nuestro afecto debe estar dirigido a su persona. La segunda condición es la de la cruz. El que sea discípulo de Jesús, habrá de aceptar, voluntariamente, como Él, la cruz, y seguir el camino que Él nos enseñó. Y la cruz, como ya sabemos, la encontramos todos los días en nuestro vivir diario, cada uno sabe cual es la suya, la clave de la cuestión está en saber aceptarla, en saber llevarla con dignidad, en trabajar para hacerla mas llevadera a nosotros y a los demás, en saber compartir la misma suerte de Jesús. Y la tercera de las condiciones: el que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío. La frase aparece como de repente, sin ninguna introducción que pudiera preparar a los que le escuchaban. Jesús tiene que ser más valioso para nosotros que todos los bienes que podamos tener.
Cuando ya estamos dejando atrás el periodo vacacional, y nos disponemos a comenzar un nuevo curso en todos los sentidos también en el pastoral, y en el de nuestra vida religiosa y parroquial, debo intentar avanzar un poco, en las cosas que creo, y a las que voy a comprometerme. ¿Para ser discípulo de Jesús, que es lo que yo voy a mejorar en este nuevo curso? ¿Voy a seguir haciendo lo mismo de siempre?
Cuando ya estamos dejando atrás el periodo vacacional, y nos disponemos a comenzar un nuevo curso en todos los sentidos también en el pastoral, y en el de nuestra vida religiosa y parroquial, debo intentar avanzar un poco, en las cosas que creo, y a las que voy a comprometerme. ¿Para ser discípulo de Jesús, que es lo que yo voy a mejorar en este nuevo curso? ¿Voy a seguir haciendo lo mismo de siempre?
No hay comentarios:
Publicar un comentario