Nuestro Dios es la imagen perfecta de la misericordia. Cuando tantas veces nuestra forma de actuar sería irritante para cualquiera, cuando la repetición de nuestros pecados es algo persistente, cuando la falta de credibilidad de nuestras promesas de cambio son tan evidentes, que harían reaccionar a cualquiera con un ¡ya está bien¡, Él es capaz de cumplir siempre con su promesa, es capaz de no dejarnos abandonados, es capaz de perdonar y de olvidar, cosa que como nosotros no hacemos, no nos creemos que Dios lo haga, y de ahí esa costumbre de repetir en nuestras confesiones el pedir perdón por todos los pecados de nuestra vida pasada, cuando Dios ya se ha olvidado de ellos desde la primera vez que los confesé. Dios es capaz de perdonar y de olvidar. Y para hacer esto hace falta tener un corazón muy misericordioso. No le demos más vueltas, la misericordia es la primera actitud de Dios, del Dios de Jesús, del Dios en el que creemos.
La reflexión interior sobre esta realidad es un buen punto de partida para comenzar este nuevo curso pastoral. No tengo que permitirme seguir como siempre, en algo tengo que demostrar que mi vida de fe también va dando pasos hacia una mayor profundización y vivencia personal de lo que creo, ¿qué es lo que yo voy a intentar hacer mejor a partir de ahora?, ¿con qué gesto concreto voy a demostrar que mi vida de fe es un poco más comprometida?
La reflexión interior sobre esta realidad es un buen punto de partida para comenzar este nuevo curso pastoral. No tengo que permitirme seguir como siempre, en algo tengo que demostrar que mi vida de fe también va dando pasos hacia una mayor profundización y vivencia personal de lo que creo, ¿qué es lo que yo voy a intentar hacer mejor a partir de ahora?, ¿con qué gesto concreto voy a demostrar que mi vida de fe es un poco más comprometida?
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