Jesús no pasó a la historia por ser
un gurú del ayuno. Más bien lo contrario; no rehuía el comer y beber incluso
con los publicanos y pecadores. Pero también es cierto que en momentos
cruciales de su vida ayunaba y en alguna ocasión invitaba a sus discípulos a
ayunar.
La Iglesia, siguiendo el mandato de
Jesús, introdujo en su praxis vital algunos tiempos donde invitaba a todos los
creyentes a practicar el ayuno con la intención de preparar mejor algún
acontecimiento particular: La Pascua, la Navidad u otra festividad importante.
¿Por qué el Ayuno? El ayuno es un
“sacramento o sacramental” que evoca una realidad mayor y es buscando esa
realidad “mayor” por la que se ejercita. No tiene valor en sí mismo sino
que lo tiene de forma referencial.
El ayuno como evocación de una
ausencia.
El ayuno evoca la ausencia del
esposo. Recordar la frase del evangelio (Mc 2, 18): ¿Por qué ayunan los
discípulos de Juan y los tuyos no? Y la respuesta de Jesús: Pueden ayunar los
invitados a boda, cuando el esposo está con ellos?
El ayuno nos recuerda que “el
tiempo de la fiesta completa, el banquete eterno” todavía no ha llegado y lo
esperamos en un futuro “próximo”. Tenemos “hambre” de su venida.
Es una espera que se hace oración
para que se manifieste plenamente el esposo que ya se hace sentir: “El Espíritu
y la esposa dicen : Ven”
La falta de “pan” revela la
ausencia del “pan que viene del cielo”, es decir Jesús.
El ayuno es “memoria escatológica”
es “tensión escatológica”.
Ayuno y hambre de la Palabra
El ayuno evoca una segunda hambre:
la de la Palabra. En Deuteronomio 8, 2-3 se dice: “Dios en el camino del
desierto te ha humillado, te ha hecho pasar hambre, después te ha alimentado
con el maná, para hacerte entender que el hombre no vive solo de pan, sino que
vive de cuanto sale de la boca del Señor”. Palabras que envían a Mateo 4, 1-4
donde Jesús en el desierto es tentado después de sentir hambre y responde al tentador:
No solo de pan vive el hombre sino de la Palabra que sale de la boca de Dios.
El ayuno nos puede ayudar a
entender que el vientre no es Dios. Que yo no soy centro de nada. Que tenemos
hambres mayores que exigen un alimento mayor y mejor y que solo lo puede dar el
Verbo hecho carne. La Palabra de Dios y la Eucaristía son para nosotros
realidades más importantes y de alguna forma lo queremos hacer entender a
nuestro propio cuerpo y a nuestro entorno social ejercitando el ayuno.
Ayuno como abstinencia de la
Injusticia
Parece claro que hemos de
abstenernos de hacer injusticias.
Pero es más importante tener hambre
y sed de justicia.
Isaías (58,1-7) nos dice que el
ayuno que Dios quiere es: romper cadenas inicuas, liberar a los oprimidos,
compartir el pan con el hambriento, dar hospitalidad al miserable y sin
techo, vestir al desnudo”. El ayuno cuaresmal nos abre a compartir nuestros
bienes y hasta a dejarlos y darlos a los pobres. El ayuno cuaresmal nos habla
de solidaridad.
Ayuno y descubrimiento del valor de
los bienes
Renunciar al alimento para
descubrir su valor: el pan es don trabajado que viene para quitar el hambre del
hombre. El pan es “nuestro” y pertenece a todos.
Por el pan de cada día podemos dar
gracias a Dios. Porque es “nuestro” no podemos ni dilapidar ni acumular ni
engordar a costa de otros. ¡Cuánto bien nos haría descubrir la dimensión social
de los bienes! En estos tiempos de “crisis económica” podríamos intuir cuál es
la salida que hay que buscar. Ejercer más el “nuestro” que el “mío” sería
practicar la enseñanza de Jesús y también lo que muchas veces indica la
“Doctrina Social de la Iglesia”.
Resumimos diciendo: el ayuno no es
un absoluto, un fin en si mismo. Es medio para descubrir otros absolutos o
fines más importantes. Primado de la Palabra, de la Justicia, de la gratuidad,
del amor.
El ayuno no es “merito” ante Dios; algo
con lo que compro a Dios o le pago o me le hago favorable. El ayuno es un don
acogido en alegría y obediencia a memoria de otras cosas. Porque es don no es
aplastante sino que cada uno debe recibirlo según sus propias fuerzas.
No hagamos carreras sobre quien
ayuna más y por más tiempo. No es eso.
Y quien no pueda hacerlo que no lo
haga. Por eso no es menos “santo”.
Importante no descuidar aquello que
representa el ayuno. Lo que cuenta es un AMEN rico de amor.
AYUNO
Todos necesitamos un buen ayuno por
eso hoy estás ayunando de multitudes.
No entiendes los colegiales con su
paso de cachorros desolados.
No entiendes los oficinistas y sus
secretarias su cuadriculado encierro de números en tazas de café.
No entiendes las amas de casa y sus
escuálidas canastas ni el agujero en sus monederos.
Tampoco entiendes los policías y
los ladrones.
Ni los mercaderes y sus compradores
empecinados en cotidiano ritual a la estridencia.
No entiendes los programas de
televisión ni el hueco que le declaran a la soledad.
Hoy estas ayunando de multitudes de
transeúntes de parques y plazas de apremiados a la ligera.
Todos necesitamos un buen ayuno
para recobrar lo que dice el silencio de las cosas.
¿TRATAMOS DE AYUNAR ASÍ?
Ayuna de palabras hirientes. Y
transmite palabras bondadosas. Ayuna de descontento. Y llénate de gratitud.
Ayuna de enojos. Y llénate de
mansedumbre y paciencia. Ayuna de pesimismo. Y llénate de esperanza y
optimismo. Ayuna de preocupaciones. Y llénate de confianza en Dios. Ayuna de
quejarte. Y llénate de las cosas sencillas de la vida. Ayuna de presiones. Y
llénate de oración.
Ayuna de juzgar a otros. Y descubre
a Jesús que vive en ellos. Ayuna de tristeza y amargura. Y llénate de alegría
el corazón. Ayuna de egoísmo. Y llénate de compasión por los demás.
Ayuna de falta de perdón. Y llénate
de actitudes de reconciliación. Ayuna de palabras. Y llénate de silencio y de
escuchar a otros.
Si todos intentamos este ayuno, lo
cotidiano se irá inundando de paz, de amor, de confianza……
¿TRATAMOS DE AYUNAR ASÍ?
Esta reflexión fue extraída del
material para cuaresma de Jóvenes Dehonianos,
en su página web podéis encontrar mucha más información y material.
No es el único comentario, pero lo estimo sabio, conveniente y oportuno.
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