En este primer domingo de Adviento, iniciamos el tiempo de preparación para la llegada del Señor. Es un periodo de reflexión profunda, oración y conversión, donde nos cuestionamos cómo podemos recibir a Jesús de manera digna. La pregunta central en este tiempo es: ¿cómo debo prepararme para encontrarme con el Hijo de Dios hecho hombre? Las lecturas nos guiarán en esta búsqueda, revelándonos lo que Dios espera de nosotros y lo que estamos dispuestos a ofrecer.
El Evangelio de hoy nos llama a la vigilancia, a permanecer despiertos para no perder de vista lo esencial y no distraernos con lo superficial. Esta llamada a la atención refleja nuestra inquietud por abrir nuestros corazones al encuentro con Dios en su Hijo. Queremos tomarnos en serio este tiempo especial de preparación para la Navidad y, por eso, hemos escuchado el mensaje de hoy y estaremos atentos en las próximas semanas.
Reconocemos que, aunque tengamos buenos deseos, necesitamos ser conscientes de cómo vivimos en el presente. La conversión personal, el encuentro con Jesús, es la clave para este tiempo de Adviento. La petición de Jesús de "velar y vigilar" resuena en nuestras vidas, recordándonos que debemos estar alerta, ya que la rutina y las costumbres del mundo pueden hacernos dormir en nuestros esfuerzos.
En este tiempo litúrgico, la llamada a la vigilancia se intensifica. Cada día puede ser Navidad si encontramos a Jesús en nuestro prójimo, en los acontecimientos cotidianos. Es una oportunidad para descubrir la presencia divina en lo ordinario. ¿Cómo viviré este encuentro especial con el Señor? La solidaridad y la acción en favor de los menos afortunados son gestos tangibles que demuestran nuestra disposición a hacer algo concreto en respuesta al amor de Dios manifestado en el nacimiento del Niño Jesús. Unidos como comunidad, respondemos a la llamada de vivir de manera más comprometida y sensible a las necesidades de los demás, recordando que la verdadera esencia de la Navidad está en compartir y amar.
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