domingo, 13 de agosto de 2023

Domingo XIX del Tiempo Ordinario

En la primera lectura escuchamos cómo el profeta Elías pensaba que Dios se manifestaba en los sucesos extraordinarios, sin embargo no era así. Dios empuja a Elías a salir de la ciudad, a que se adentre en el desierto y suba a la montaña, porque Dios iba a pasar por allí. Primero aparecen, las sacudidas de la tierra, el viento huracanado, un terremoto, un fuego que lo consumía todo, pero allí no estaba Dios, y esto resultaba sorprendente para el profeta, no lo entendía. Dios se le iba a presentar en la suave brisa mañanera, esa suave brisa matinal, que relaja, refresca, y parece que te anima a vivir. Y Dios estaba allí, no en las grandes manifestaciones sorprendentes y terroríficas, donde esperaba el profeta encontrarlo.

Este pasaje queda ya también como una buena y gran lección para nosotros en este domingo, muchas veces quizá busquemos a Dios en las cosas sorprendentes, llamativas y en la máxima manifestación de nuestra falta de fe, pero con buena intención, le pedimos a Dios una señal espectacular, para que su presencia se haga mas evidente, y todos puedan creer. Y no nos damos cuenta de que estamos siendo como aquel soldado del evangelio, que le decía a Jesús que si era el Hijo de Dios se bajara de la cruz, para que todos vieran y creyeran en él, y claro que hubieran creído, pero no comprendió, como tampoco nosotros entendemos, que Jesús estaba manifestando su divinidad precisamente al morir en la cruz. Cuando pedimos cosas sorprendentes a Dios, para así poder creer en él, estamos actuando como este soldado.

A Jesús lo podremos descubrir de muchas maneras, pero hoy la palabra de Dios nos ha dicho que también se le pude descubrir en las cosas sencillas, en lo que nos pasa a diario, en nuestra vida corriente de todos los días, en el amor de los hijos, en el cariño de los esposos, en el respeto a los compañeros de trabajo, de oficina, en el convivir diario con los vecinos de parroquia, en la persona que me encuentro al salir a la calle, en ese suceso familiar que no acabo de entender y que me hace sufrir, en esas cosas y en esas personas, se nos está manifestando nuestro Dios, y quiere que lo descubramos aunque nos cueste, lo mismo que le costó a Elías descubrirlo en esa brisa pasajera y casi insignificante.

En el evangelio, Pedro, fascinado por la presencia de Jesús, y con su temperamento característico, se lanza al agua para estar cerca de Él, pero cuando comienza a hundirse, aparecen sus dudas. Quizá esto también nos pase a nosotros, queremos ser fieles a Jesús, queremos sentir su presencia, y estar junto a él, pero cuando aparecen las primeras dificultades, rápidamente comenzamos a dudar, nos sentimos solos, sin nadie que nos auxilie, y nuestra fe se viene abajo. Por eso le decimos, Señor auméntanos la fe, que te sepamos descubrir y sentir, siempre, incluso cuando parece que más te ocultas de nosotros, incluso cuando nos parezca que no apareces por ningún lado.


 

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