Hoy celebramos el domingo de la Trinidad y hablar de la Trinidad es hablar de Dios, mejor del misterio de Dios. Es tanto como intentar definir o comprender el ser de Dios. Nuestro pensamiento, nuestro lenguaje, nuestra capacidad de comprensión se ven pequeñas, imperfectas y limitadas. No pueden abarcar lo que las supera con tan gran distancia. Por tanto, no podemos encerrar el ser de Dios ni en nuestro lenguaje, ni en nuestra comprensión. Dios es siempre mucho más de lo que nosotros podemos comprender de Él, mucho más de lo que podemos decir. El ser de Dios nos supera por que Él es el Hacedor y nosotros sus criaturas. No obstante, a pesar de todo esto, los cristianos podemos decir, y tenemos que sentirnos orgullosos de ello, que sabemos cosas de Dios, no porque nosotros lo hayamos descubierto con nuestra sabiduría e inteligencia, con nuestra reflexión profunda, sino solo porque Él se nos ha querido dar a conocer, y lo ha hecho por propia iniciativa, porque ha querido, buscando una relación de amor con nosotros. O sea, que ese Dios misterio, los cristianos lo creemos tan cercano que nace entre nosotros, vive con nosotros y muere por nosotros.
La revelación del Dios de Jesús no se ha hecho de forma repentina, sino que se ha dado a conocer de una forma progresiva a lo largo de la historia de los hombres. Es el Dios de Jesús el que se manifiesta como Padre, como Padre amoroso, que nos quiere, nos conoce y nos espera. Es el Dios de Jesús el que se manifiesta como Hijo, que se hace uno de nosotros, comparte todo lo nuestro, y entrega su vida por amor para darnos ejemplo. Y es el Dios de Jesús el que se manifiesta como Espíritu que acompaña a la Iglesia, la impulsa y la fortalece en la dificultad. Sin embargo a todo lo anterior, las tres personas de Dios no actúan por separado las unas de las otras. En cada acción de Dios están el Padre, el Hijo y el Espíritu.
¿Por qué Dios, siendo Uno y Trino, se ha tomado tantas molestias por nosotros?, ¿por qué nos ha creado?, ¿por qué se nos ha dado a conocer? ¿Será que nos necesita para algo? Dios no nos busca porque o para que podamos servirle. No nos busca para sacar algo de nosotros. Nos busca solo porque nos ama. El amor que Dios nos tiene no depende en ningún momento de la correspondencia de nosotros hacia Él. Aunque nosotros lo rechacemos, aunque nosotros lo neguemos, Él nos seguirá amando, no retirará ni una pizca de su gran Amor. Y esto es una gran noticia para nosotros, su amor está por encima de nuestros fracasos. El Dios cristiano, no es una idea carente de realidad objetiva, es un Dios personal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario