La fiesta de Pentecostés, se celebra cincuenta días después de la Pascua, cincuenta días después de la resurrección de Jesús. El día de Pentecostés marca el comienzo de la Iglesia como comunidad de hermanos que se comprometen a continuar el camino de Jesús. Los apóstoles estaban encerrados en casa de alguno de ellos en Jerusalén. Tenían mucho miedo y es bastante probable que no dieran crédito todavía a los acontecimientos ocurridos durante la Pascua de aquel año. Es lógico que estuvieran asustados, desorientados, indecisos, pero hicieron algo muy bien, siguiendo el consejo de Jesús, permanecían juntos, no se separaron, estaban todos en Jerusalén. En su cabeza se amontonaban las palabras del Maestro sobre lo que había de pasar. La venida del Espíritu es la culminación del misterio Pascual, es la realización de lo que Jesús había prometido. Hoy termina el tiempo de Pascua, el cirio pascual que ha presidido todas las celebraciones hasta ahora, cambiará de sitio. Con la llegada del Espíritu, Jesús cumple su palabra, y se inaugura una nueva época hasta la venida gloriosa del Señor.
Los textos de hoy, nos ayudan a comprender la riqueza y la profundidad del significado de este día. La lectura del libro de los Hechos, es un canto al entendimiento entre todos. El egoísmo, la envidia, la soberbia, no sólo nos alejan de Dios sino que nos separan entre nosotros; nuestro lenguaje se hace incomprensible para los demás. El Espíritu de Dios da a todos el lenguaje del entendimiento porque es el lenguaje del amor. Por eso ahora los hombres se entienden, porque movidos por la acción del Espíritu, superan el desamor y las barreras que les separan.
Está claro que el don del Espíritu es el gran regalo de Jesús a los apóstoles y a todos nosotros. Ese espíritu nos sigue acompañando y nos convoca para dar testimonio de El en el mundo, a través de nuestras obras. Ese Espíritu es el que nos anima a no estancarnos, a no permanecer quietos, a mirar siempre hacia delante, nos anima a descubrir, a investigar porque todo ha sido creado por Dios. Nosotros lo recibimos en esta celebración y pedimos que se derrame generosamente sobre todos los habitantes de la tierra.
Los textos de hoy, nos ayudan a comprender la riqueza y la profundidad del significado de este día. La lectura del libro de los Hechos, es un canto al entendimiento entre todos. El egoísmo, la envidia, la soberbia, no sólo nos alejan de Dios sino que nos separan entre nosotros; nuestro lenguaje se hace incomprensible para los demás. El Espíritu de Dios da a todos el lenguaje del entendimiento porque es el lenguaje del amor. Por eso ahora los hombres se entienden, porque movidos por la acción del Espíritu, superan el desamor y las barreras que les separan.
Está claro que el don del Espíritu es el gran regalo de Jesús a los apóstoles y a todos nosotros. Ese espíritu nos sigue acompañando y nos convoca para dar testimonio de El en el mundo, a través de nuestras obras. Ese Espíritu es el que nos anima a no estancarnos, a no permanecer quietos, a mirar siempre hacia delante, nos anima a descubrir, a investigar porque todo ha sido creado por Dios. Nosotros lo recibimos en esta celebración y pedimos que se derrame generosamente sobre todos los habitantes de la tierra.
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