domingo, 13 de noviembre de 2022

Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario, ciclo C

Jesús nos dice no es dejéis engañar. Cuando alguien nos hable en nombre de Jesús, si tenemos dudas sobre si es auténtico testigo o no, no lo dudemos, oigamos lo que dice, pero sobre todo veamos su vida: si no busca nada para su propio interés, si sus preferidos son los preferidos de Jesús, si no le interesa únicamente los primeros puestos, si su principal virtud es el servicio desinteresado, a ese es al que tenemos que escuchar y seguir.

El aviso de las dificultades del seguimiento, tampoco viene mal. Todos sabemos, analizando nuestra propia vida de creyentes, las dificultades de ser un buen seguidor de Jesús hoy. Gracias a Dios, en nuestra cultura, por lo menos, han pasado los tiempos en lo que el creyente en Jesús se jugaba la vida por serlo. Pero a lo largo de toda la Historia de la Iglesia, el creyente auténtico con manifestaciones muy diversas ha tenido sus dificultades, y las seguirá teniendo porque la cruz es algo consustancial a nuestra fe, la autenticidad a la hora de vivir algo, prácticamente siempre va acompañada de momentos de dolor.

¿Cuáles son las dificultades de nuestro tiempo?, salvando las que cada uno descubre en su vivencia personal, lo que son nuestros pecados, nuestros fallos, nuestras debilidades, nuestra falta de compromiso, que todos debemos saber reconocer. Esta sociedad que nos ha tocado vivir, a la que el sentimiento religioso cada vez le resulta más indiferente, intenta empujar al creyente al olvido, quiere reducir lo religioso al ámbito de la conciencia individual, sin que este sentimiento tenga nada que aportar en el ámbito de la convivencia. Lo religioso es considerado como antiguo, superado, que pone trabas a todo lo que signifique progreso y modernidad, incluso se etiqueta al hombre religioso como enemigo de la convivencia democrática. Es verdad que los creyentes tenemos que mirar hacia nosotros mismos y ver lo que tenemos que ir cambiando, para que sin perder nuestra identidad, sepamos responder a los retos del hombre de nuestro tiempo, del hombre del siglo XXI, pero y creo que todos estamos convencidos, que la vivencia religiosa auténtica, puede aportar mucho a la felicidad y a la realización individual de las personas.

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