Hoy último domingo del Año Litúrgico, miramos a Jesús en el momento de la Cruz. Ahí aparece el rey, burlado, azotado, soportando el dolor, entregando su vida, que rey tan contradictorio y misterioso, ese rey que dice que no es más importante el que se sienta a la mesa, sino el que sirve la mesa, y que dice que El está como el que sirve.
En el trance de la cruz Jesús se sigue comportando como trasparencia de la misericordia divina, ejerciendo su oficio de salvador, rescatando a quien puede para el paraíso. Siempre perdonando y siempre acogiendo. La salvación de Jesús se nos muestra por lo tanto, no como algo restringido, reducido, sino abierto y universal.
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