Navegando por la Red, encontré esta minientrevista a Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo, un joven español que se encuentra en la JMJ de Panamá. Aquí la transcribimos:
«Es el país entero el que está volcado en la JMJ», y los jóvenes están experimentando «que todos somos familia y todos somos Iglesia»
Lleváis ya desde el 12 de enero participando en los Días en las Diócesis, y ahora ya en los actos centrales de la JMJ. ¿Cómo está siendo la experiencia?
Muy buena. Llegamos a vivir los Días en las Diócesis en Costa Rica, en un entorno muy natural, donde conocimos un proyecto muy bonito de Cáritas con pescadores. Estos días nos han ayudado a conocernos jóvenes de distintas zonas de España, y eso nos ha hecho tomar conciencia de ser una única familia en la Iglesia, a pesar de que vivamos nuestra vida de manera diferente en nuestro lugar de origen. Yo creo que eso a los jóvenes les ha marcado mucho.
Y luego ya pasasteis a Panamá…
Sí, a vivir la segunda parte de los Días en las Diócesis en la diócesis de David, una zona rural, muy humilde, en las montañas, pero se esforzaron en preparar una acogida que nos ha sobrecogido de verdad. Nos bajamos del autobús y nos habían preparado una fiesta impresionante, con fuegos artificiales y todo. Nos dimos cuenta de que llevaban meses esperando ese momento y esperando poner cara a los peregrinos a los que han abierto su casa y su vida. La relación de los peregrinos con estas familias ha sido muy intensa, llena de detalles y pequeños gestos, porque el pueblo panameño le gusta regalar y darse, se notaba mucho.
¿Qué crees que están experimentando los jóvenes estos días?
Sobre todo mucha alegría, porque donde hay jóvenes hay alegría. En Costa Rica han experimentado que todos somos familia y todos somos Iglesia. En la diócesis David han comprendido la importancia de la acogida. Y al llegar a la ciudad de Panamá nos hemos encontrado con la auténtica universalidad de la Iglesia: vas por la calle y ves gente de todos los países, cantos, te intercambias banderas, te sacas fotos… El ambiente es fantástico en las catequesis y en las celebraciones, y especialmente en el Parque de la Juventud, donde está la feria vocacional, los confesionarios, la capilla de adoración perpetua, los conciertos… Los jóvenes me dicen que tienen que volver a España para poder asimilarlo todo. Se están dando cuenta de que ser cristiano es serlo con todas las consecuencias. Las comunidades aquí son muy participativas, la Iglesia es muy viva. La gente tiene un vínculo muy fuerte con su parroquia y con su grupo, y son generosos en el trabajo. Eso les está llevando a plantearse cómo viven la fe en sus comunidades en España. Porque aquí el Evangelio se palpa en cada rincón.
¿Qué es lo que más te ha llamado la atención hasta ahora?
Si tuviera que quedarme con algo, me quedaría con la acogida por parte de las familias. Yo llevo ya unas cuantas JMJ, y en esta he notado que es el país entero el que está volcado en la JMJ. Ha habido familias que han pedido préstamos para ampliar la casa o para hacer un baño para atender a los peregrinos. Especialmente recuerdo a una señora con depresión que abrió su casa a los jóvenes y que confesaba que nunca jamás había vivido algo igual. Los chavales se sorprendían: se daban cuenta de que evangelizamos simplemente con nuestro modo de vivir.
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