Un kilómetro de largo, sólo 200 metros en territorio vaticano. Es la red ferroviaria más pequeña del mundo y no tiene jefe de estación, pues la gestión está encomendada a los Ferrocarriles del Estado.
Fue Italia quien, según el Tratado de Letrán firmado el 11 de febrero de 1929, construyó la estación ferroviaria dentro de la Ciudad del Vaticano uniéndola a la red nacional a través de la conexión con la cercana estación de Roma-San Pedro. Se decidió que, dentro de las murallas vaticanas, la zona entre la plaza de Santa Marta y el Palacio del Governatorato fuese la más idónea para construir la estación.
El primer Papa que subió en un tren que partía del Vaticano fue Juan XXIII quien, el 4 de octubre de 1962, viajó en peregrinación a Loreto y Asís para encomendar a María el Concilio Vaticano II. El mismo papa Roncalli autorizó el uso del tren para trasladar a Venecia, los restos mortales de Pío X. Asís fue la meta, también, de los viajes en tren de Juan Pablo II en 2002, con motivo de la Jornada Mundial de Oración por la Paz, y de Benedicto XVI en 2011.
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