miércoles, 5 de abril de 2017

El Triduo Pascual

Tanto amó Dios al mundo, que a pesar de la ruptura original, envío a su propio Hijo (Jn 3, 16), el cual se hizo todo semejante a nosotros, menos en el pecado (Heb 4, 15). El Hijo de Dios se hizo hombre en el seno de Santa María. Se iniciaba de esta manera nuestra reconciliación definitiva con Dios Amor. Esta reconciliación alcanzó su culminación en el misterio pascual del Señor Jesús, es decir, su pasión, muerte y gloriosa resurrección de entre los muertos. Pascua significa paso , el tránsito de Jesús a través de la muerte a la Nueva Vida. De esta manera, con su muerte destruyó nuestra muerte y con su resurrección restauró nuestra vida.

A lo largo de la Cuaresma, nos hemos venido preparando para la conmemoración y actualización de este acontecimiento. No existe en la vida cristiana otro hecho más importante. Todo el año apunta a la celebración de la Pascua del Señor, el misterio central de nuestra fe.

DOMINGO DE RAMOS
El último domingo de Cuaresma, el Domingo de Ramos, nos introduce a las celebraciones de la Pascua del Señor. En él conmemoramos tanto la entrada triunfal del Señor a Jerusalén -signo de su resurrección victoriosa- como el anuncio de su Pasión. Jesús es aclamado por el pueblo, para ser crucificado unos días más tarde.

Dolor-alegría, muerte-vida, sufrimiento-gozo. Esta es la dinámica presente durante todo el misterio pascual y que nos enseña que no hay cristianismo sin Cruz, no existe verdadera victoria sobre el pecado y sobre la muerte, si primero no se pasa por la experiencia del dolor y el sufrimiento (Jn 12, 25).

EL SANTO TRIDUO PASCUAL
La conmemoración del Misterio Pascual, se inicia propiamente con la misa vespertina de la Cena del Señor, el Jueves Santo, y se prolonga durante el llamado Triduo Pascual, que culmina la víspera del Domingo de Resurrección.

La misa del Jueves Santo recuerda la institución de la Eucaristía como memorial, actualización sacramental, del sacrificio pascual del Señor Jesús por nosotros, la expresión más sublime de su Amor.

El Viernes Santo se centra en la Cruz, signo de la muerte del Señor. Este día proclamamos la Pasión de Jesús y adoramos el árbol de la Cruz donde estuvo clavada la salvación del mundo. La Cruz, para el cristiano deja de ser un instrumento de tortura para convertirse en signo de reconciliación. Por eso, ésta una celebración triste, ya que se trata de una muerte victoriosa y fecunda. Así nos los recuerda el color rojo que se utiliza en la liturgia. Cristo vence al pecado y a la muerte desde su propia muerte en la Cruz. No celebramos la Eucaristía, como expresión de nuestro acompañamiento al Señor en el paso de su muerte, pero comulgamos en espera de la gran Eucaristía Pascual.

Durante el Sábado Santo, recordamos que el Señor esta ausente. Es en compañía de nuestra Madre María que esperamos en oración, con fe y esperanza el momento de la Resurrección gloriosa.

El culmen de nuestras celebraciones lo constituye la celebración de la Vigilia Pascual. Celebramos con alegría la resurrección del Señor, pues en ella, todos hemos renacido a una vida nueva. Jesús es la Luz del mundo que vence a las tinieblas y que ilumina a todo hombre en esta noche tan dichosa, clara como el día, iluminada por el día. Contemplamos gozosos las maravillas que ha obrado Dios entre nosotros, y que culmina en la manifestación definitiva del Señor de la Vida, al cual nos hemos incorporado por el Bautismo y nos unimos más íntimamente en la Eucaristía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario