viernes, 23 de diciembre de 2016

Vale la pena verlo...



El vídeo nos muestra la operación de rescate más importante de la humanidad. El rescate de Dios, que viene por su creatura más amada, el hombre. Es la historia de la salvación. Cómo Dios nos creó por amor, para ser felices, para vivir en comunión con Él, para amar como Él nos ama. Pero haciendo mal uso de nuestra libertad, preferimos darle la espalda. Quisimos ser como Dios, pero sin Dios. El Maligno supo donde atacarnos: por la soberbia. Ese pecado que está en la raíz de todos nuestros males, ese pecado que hizo que él mismo, Luzbel, cayera de lo más alto a lo más bajo, de ser el ángel de la luz, al padre de la mentira (Jn 8, 44). Y no falló, supo por dónde atacar a Eva y luego también hizo caer a Adán. ¡Pero la historia no termina con un final triste, porque Dios nos prometió un salvador! 

¡Esta es la operación de rescate pensada y querida por Dios! Tan importante, que tomó muchos años de preparación. La humanidad tenía que disponerse para la llegada del Salvador, solo hubo un gran detalle que nos cogió por sorpresa, un detalle que nadie se esperaba: Dios no envió a un emisario a salvarnos, a un hombre muy especial escogido entre muchos, o a un profeta, o a un gran caudillo. Fue Él mismo en persona quien vino a salvarnos. ¡Nos envió nada más y nada menos que a su propio Hijo! ¡El mismo Dios en persona! Sucedió lo inaudito, Dios se hizo hombre, se hizo carne y hueso para rescatar a su creatura más amada. Esa deuda impagable que pesaba sobre la humanidad, que era imposible de alcanzar por nuestras fuerzas, Dios la asumió sobre sí mismo y la pagó por nosotros en la cruz para que seamos libres. 

Es la historia, que nuevamente no termina con un final triste, porque la muerte es sólo un paso. Es camino para ganar la vida auténtica, la vida que no se acaba. Cristo resucitó y con Él nos invita también a participar de su gozo. A resucitar con Él.

Miremos nuestra propia vida y nuestra propia historia. Porque la nuestra también ha sido la historia de un rescate, nuestra propia historia de la salvación. Cómo Dios a lo largo del tiempo ha estado haciendo todos los esfuerzos para que le abramos el corazón, para que le digamos que sí y no se ha cansado de insistir a pesar de nuestras negativas. Se ha hecho incluso como un mendigo, que parado a la puerta de nuestro corazón, no ha dejado de insistir y llamar. No se cansa de pedirnos que nos dejemos amar por Él, que dejemos nuestro corazón de piedra, y tengamos un corazón de carne. 

Ese cielo nuevo y esa tierra nueva es el Reino de Cristo. Nos toca a nosotros, como dice el vídeo, tener fe, pero también colaborar con Dios. Él nos ha querido hacer partícipes de su obra, no la quiere realizar sin nosotros. Nos invita a que colaboremos con Él en la construcción de su Reino. Ese Reino que ya fue inaugurado aquí en la Tierra. Pero todavía no llega a su plenitud. Si Cristo reina en nuestras vidas, si Él es lo más importante, estamos colaborando a que su Reino se haga cada vez más presente en nuestro mundo.

P. Juan José Paniagua, sacerdote en Costa Rica


 

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