El tiempo del Adviento es la invitación permanente que Dios nos hace para poder ahondar en la verdadera esperanza, es decir, en el encuentro cara a cara con Él. La inminencia de la venida de Jesús nos invita a “ser fuertes y no temer” (cf. Is 35, 4) para poder contemplar los signos del Reino, con esa misma paciencia con la cual “el sembrador espera el fruto precioso de la tierra” (Sant. 5, 7).
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