domingo, 12 de octubre de 2025

El Arzobispo invita a “ser artesanos de reconciliación” en el Jubileo del Arciprestazgo de Iria–Santiago

La comunidad del Arciprestazgo de Iria–Santiago peregrinó este sábado desde la parroquia de Padrón hasta la iglesia de Santa María la Mayor de Iria, antigua sede episcopal, donde el Arzobispo de Santiago presidió la Misa jubilar.

En su homilía, el prelado centró el Jubileo en la certeza paulina de que “la esperanza no defrauda”. Recordó que Cristo es puerta, camino y meta de la vida cristiana, y llamó a acoger este “año de gracia” como tiempo de sanación y perdón: “Necesitamos dejarnos alcanzar por la misericordia para curar heridas y reconstruir la comunión”.

Pidió a los fieles “ser artesanos de reconciliación”, evitando rutinas, prejuicios y divisiones, y traduciendo la fe en gestos concretos de caridad, especialmente con los más olvidados. “El Señor nos espera muy cerca: en el hermano”, subrayó.

La celebración culminó con la Eucaristía —“el mejor acto de gracias, pan para el camino”— y con la encomienda a la Virgen María, Estrella de la Esperanza, para seguir caminando como Iglesia diocesana, testigos de un Evangelio que ilumina y da sentido a la vida.

Tras la Eucaristía, los asistentes se desplazaron al Hotel Scala, para una comida de confraternización.


 

Misas e intenciones de la parroquia de Padrón


 

viernes, 10 de octubre de 2025

Domingo 29º del Tiempo Ordinario, C

El Evangelio de este domingo (Lc 17, 11-19) nos presenta a Jesús sanando a diez leprosos, pero solo uno —un samaritano— vuelve para darle gracias. Es un pasaje que nos toca el corazón, porque no habla solo de milagros, sino del modo en que respondemos a la misericordia de Dios. Todos los leprosos fueron curados, pero solo uno fue verdaderamente salvado. ¿La diferencia? La gratitud. Este hombre no se quedó solo con el beneficio recibido; volvió, se postró ante Jesús y reconoció su presencia salvadora. En su acción hay fe, humildad y amor.

La escena nos deja una pregunta muy directa: ¿somos agradecidos con Dios o nos acostumbramos a sus bendiciones como si fueran algo automático? En un mundo donde todo parece deberse y nada se agradece, este evangelio nos recuerda que la fe verdadera incluye el reconocimiento de lo que Dios hace por nosotros. Y ese reconocimiento no se queda en palabras bonitas, sino que se expresa en gestos concretos: volver a Jesús, adorarlo, y vivir con un corazón agradecido. Ahí es donde empieza la salvación, no solo en lo que pedimos, sino en cómo respondemos.