domingo, 15 de diciembre de 2024

III Domingo de Adviento C


El evangelio de este domingo nos coloca frente a una de las preguntas más profundas y directas que podemos hacerle a Dios: "¿Entonces, qué hacemos?". Es una cuestión que brota del corazón inquieto de quienes buscan vivir conforme a la voluntad de Dios. Juan el Bautista no se anda con rodeos: su respuesta es práctica, concreta y profundamente exigente. Compartir con los que no tienen, ser justos en los tratos económicos y no aprovecharse de los demás son actitudes que reflejan la esencia del Reino de Dios. En palabras de Juan, no hay espacio para excusas: cada uno, desde su lugar, puede y debe vivir de manera coherente con la fe. Esta invitación nos recuerda que la conversión no es solo un cambio interno, sino también una transformación visible en nuestras acciones cotidianas.

Sin embargo, el mensaje de Juan no se queda en la ética: apunta a algo más grande. Él se define como el precursor, el que prepara el camino para el verdadero Salvador. Su bautismo es solo un signo de conversión, pero anuncia a quien bautizará "con Espíritu Santo y fuego". Esa referencia al fuego puede sonar inquietante, pero es un símbolo de purificación y fuerza. Jesús, a quien Juan señala, no solo viene a marcar normas, sino a transformar los corazones con el poder del Espíritu. Este evangelio nos interpela a preguntarnos cómo estamos viviendo esa expectativa del Mesías y nos invita a renovar nuestra esperanza en Aquel que no solo cambia nuestras acciones, sino que también transforma nuestra vida desde lo más profundo.

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