Aunque los discípulos eran expertos pescadores, se aterrorizaron ante la fuerza de la tormenta. Jesús, por el contrario, dormía tranquilo en la barca. Cuando los discípulos lo despiertan, Jesús los reprende por su falta de fe: "¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?".
Este episodio nos enseña que, incluso en medio de las tormentas y dificultades de la vida, debemos mantener nuestra confianza en Dios. Así como Jesús calmó el viento y las olas, Él puede intervenir y darnos la paz en nuestras propias "tormentas".
La reacción de asombro de los discípulos al ver que Jesús domina incluso los elementos de la naturaleza nos recuerda que Él es verdaderamente el Hijo de Dios, con un poder y una autoridad divinos.
En nuestras propias vidas, cuando enfrentamos situaciones de crisis o incertidumbre, debemos imitar la confianza de Jesús en el Padre y no dejarnos dominar por el miedo. Nuestra fe debe ser la base de nuestra respuesta, no nuestras propias fuerzas o soluciones.
Que este Evangelio nos inspire a profundizar nuestra relación con Cristo, para que, como los discípulos, podamos decir asombrados: "¿Pero, quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!".
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