1. “Levántate, toma contigo al niño y a su madre” (Mateo 2,13). En efecto una primera impresión que debemos tener en cuenta es que en los 4 Evangelios, Jesús es conocido como “el hijo de José”. Los evangelistas que más se refieren a San José son Mateo y Lucas, quienes ofrecen importantes destellos de la gran misión que le fue encomendada. De este modo, podemos afirmar que San José fue un padre y esposo en salida, un auténtico misionero.
2. Partiendo de esta premisa, es bueno tener presente que el año elegido por el Papa Francisco no es aleatorio, sino que coincide con la conmemoración de los 150 años de la Declaración de San José como Patrono de la Iglesia Universal. Por ello Francisco destaca las características más sobresalientes de su carácter, las que todos conocemos, aunque asimismo algunas, menos evidentes, que tal vez puedan pasar desapercibidas en una primera aproximación al santo. Así, cómo no, la Carta subraya su condición de humilde carpintero, su disposición a cumplir la voluntad de Dios o su imagen de hombre justo.
3. Sin embargo, sí hay un aspecto que sobresale notoriamente en la figura de San José. Es su relevancia como testigo de la Salvación. Y es que, después de la travesía de Nazaret a Belén, él ve nacer al Mesías en un pesebre, adorado con sencillez por los pastores y los Magos. De esta manera, José se erige en maestro de la contemplación. No es ajeno a todo ello que sea el titular de no pocos conventos de Carmelitas Descalzas y patrono de la propia Orden. Así, Dios se fijó en un hombre humilde, un padre de familia para encomendarle la sublime tarea de cuidar y ver crecer a su hijo unigénito.
4. Somos conscientes con estos detalles de la infinita confianza que Dios Padre depositó en José. El signo más elocuente de esta relación es el encargo que Dios le transmite en sueños para ponerle nombre: “Tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”. Francisco explica cómo este gesto es sinónimo de pertenencia. Así que Dios se vale de San José para elegir el nombre de Jesús, una decisión cuyo eco alcanza a toda la humanidad y por todos los tiempos.
5. Para Francisco, el personaje de San José se eleva como un padre amado. Para ello se apoya en la afirmación de San Juan Crisóstomo, conforme al cual: “entró al servicio de toda la economía de la Encarnación”, siendo padre de Jesús y esposo de María. Y es muy acertada la mirada de San Pablo VI, quien pondera haber hecho de su vida sacrificio y servicio a favor del misterio de la Encarnación, aunque también destaca de San José “haber utilizado la autoridad legal que le correspondía, en la Sagrada Familia, para hacer de ella un don total de sí mismo, de su vida, de su trabajo”.
6. Otro rasgo que Francisco destaca en San José es el de constituirse como Padre en la ternura. Ya hemos visto que José amó a Jesús con corazón de padre -”patris corde”-. El Papa ilumina una cualidad que puede pasar desapercibida ante la grandeza de José. Y es que el gran Santo nos demuestra que Dios “puede actuar a través de nuestros miedos, de nuestras fragilidades, de nuestra debilidad”. Es ésta una característica notable, pues es reflejo de que la grandeza de Dios con frecuencia se revela precisamente valiéndose de la pequeñez. Tenemos que estar atentos.
7. Pero, sin duda, la característica que más me impresiona del modo en que Francisco ensalza la imagen de San José es la de Padre en la acogida. Es curioso porque Francisco aprecia en San José un contrapunto a la violencia psicológica, verbal y física tan frecuente en nuestros días. Y lo hace desde una impresionante nobleza de corazón, que le lleva a aceptar a María sin condiciones. San José no se violenta. No necesita explicaciones. Sólo actúa. Actúa acogiendo. Su dimensión se agiganta en la acogida de María y del fruto de su vientre, Jesús.
8. Por eso José es un santo de constante actualidad. Porque es definitivamente un optimista. Un hombre para quien no importan las apariencias, sino que se fija exclusivamente en la voluntad de Dios. No quiere decir que no tuviera miedo, aunque Francisco prefiere hablar sabiamente de “valentía creativa”. Sí, tuvo miedo, pero confió. Se abandonó a la voluntad del Dios que puede todo. San Pablo lo explica señalando que “sabemos que todo contribuye al bien de quienes aman a Dios”, “aún lo que llamamos mal”, apostilló San Agustín. Ante la palabra de estos grandes santos, poco más puede sostenerse.9. El documento destaca muchas características más propias de la personalidad y la actitud de José. Es padre trabajador y obediente. Trabaja desde la sombra, sabiendo ceder el protagonismo a Jesús y a su Madre, María. Pocas cosas hoy se echan en falta tanto como la labor callada y fuera de los focos. Esa asunción voluntaria de la tarea encomendada sin buscar la publicidad, el éxito mundano ni el reconocimiento es realmente digna de admiración. Decididamente, San José es un grande de la historia.
10. Y precisamente su grandeza radica, no en sus muchas y alabadas cualidades, sino en que Dios escogió a José para la más delicada misión: cuidar de sus tesoros, Jesús y María. Por eso, iconográficamente, San José, con su vara, ocupa el vértice de las imágenes de la Sagrada Familia.
Celebremos con Francisco, y toda la Iglesia, el gran regalo de San José, verdadero ejemplo de autenticidad.
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