"Con esta celebración comenzamos la semana Santa, de la que los cristianos hacemos memoria de la Pascua de Jesús. Se trata de un acto en tres pasos, la Pasión, la Muerte y la Resurrección del Señor. Hemos de dar los tres, no quedarnos sólo en la Pasión y la Muerte. Porque Aquel, que el Viernes Santo entrega su vida por nosotros y por nuestra salvación, clavado en la cruz, al día siguiente resucita. Por lo tanto, no celebramos que Jesucristo muere, sino que celebramos que Jesucristo resucita y está vivo y presente en medio de nosotros. La luz de la Resurrección de Jesús, ilumina el camino de nuestra vida.
La Semana Santa nos centramos, como no, en la Pasión y en la Muerte del Señor. El apóstol San Pablo, en la carta a los Filipenses, nos pone en contexto. En ese libro nos dice que Jesucristo se despojó, humillándose a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte y una muerte de cruz. Que Jesús no tuvo a bien hacer alarde de su categoría de Dios. Siendo Dios, sin embargo, como hombre se entregó a la muerte en la cruz por amor a nosotros. En la Semana Santa vamos a contemplar el Misterio del Amor de Jesús, que se entrega por nosotros a la muerte. No se entiende nada de lo que realicemos en la Semana Santa, si no es por que, en palabras del mismo San Pablo, Jesucristo me amó y se entregó por mí.
En la Pasión van apareciendo una serie de personajes. Nosotros no podemos ser simples espectadores de la trama de la Pasión, sino protagonistas. Y ver cómo la Pasión es, no algo del pasado, sino actual. ¿En qué personajes de la Pasión nos vemos retractados? Ciertamente no nos gusta que nos digan que somos Judas, pero todos tenemos algo de Judas, sí, de aquel que besó a Jesús, pero sin embargo lo vendió. Como también todos tenemos algo de Pedro, aquel que nunca negaría a Jesús y sin embargo lo hizo, no una vez, sino tres veces. Y todos tenemos algo del Cireneo, que ayudó a Jesús a llevar la cruz. También tenemos algo de José de Arimatea, hombre piadoso que cogió su cuerpo para sepultarlo. Pero también de Herodes, de Pilato, también de los sacerdotes y de los judíos. También de María y de las mujeres, que permanecieron cerca del Señor, cuando los demás lo abandonaron. También del resto de los Apóstoles que huyeron despavoridos y dejaron a Jesucristo solo. Leer la Pasión es vernos identificados en esos personajes.
Domingo de Ramos nos sirve para ver cómo nosotros somos volubles, al igual que el pueblo judío que el Domingo de Ramos proclama "Hosamna, Bendito el que viene en nombre del Señor", y sin embargo, la mañana del Viernes Santo, es el mismo pueblo que grita "Crucifícalo, crucifícalo". También nosotros en nuestra vida, pasamos del fervor religioso a vivir de espaldas a Dios, de aclamar al Señor, de colocarlo en el centro de nuestras vidas, a cerrar nuestros corazones a Jesús que viene a nuestro encuentro.
La Semana Santa ha de ayudarnos para convertirnos al Señor. Para morir con Cristo y resucitar con Él a la Vida Nueva de la gracia que nos es ofrecida la noche de la Vigilia Pascual, en la que renovaremos las promesas del Bautismo, uniéndonos una vez más a Jesucristo que por nosotros ha muerto y ha resucitado".
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