Esta conmemoración fue instituida por el papa san Pío V -el 7 de octubre- aniversario de la victoria obtenida por los cristianos en la batalla de Lepanto (1571), victoria atribuida a la Madre de Dios, invocada por la oración del rosario.
La celebración de este día es una invitación para todos a meditar los misterios de Cristo, en compañía de la Virgen María, que estuvo asociada de un modo especialísimo a la encarnación, la pasión y la gloria de la resurrección del Hijo de Dios.
Desde el principio de la Iglesia, los cristianos rezan los salmos como lo hacen los judíos. Más tarde, en muchos de los monasterios se rezan los 150 salmos cada día. Los laicos devotos no podían rezar tanto pero querían según sus posibilidades imitar a los monjes. Ya en el siglo IX había en Irlanda la costumbre de hacer nudos en un cordel para contar, en vez de los salmos, las Ave Marías. Los misioneros de Irlanda más tarde propagaron la costumbre en Europa y a partir de ahí, hubo varios desarrollos con el tiempo.
«El mes de octubre -dice Juan Pablo II- es el mes de María, mes del rosario. Hubo un tiempo en que esta plegaria sencilla y profunda, rezada en particular y en familia, se hallaba muy difundida en el pueblo cristiano. ¡Cuánto beneficiaría, si también hoy se redescubriera y valorara, especialmente en el seno de los hogares! Ayuda a contemplar la vida de Cristo y los misterios de la salvación; aleja los gérmenes de la disgregación familiar, gracias a la incesante invocación a la Virgen; y es vínculo seguro de comunión y de paz. Exhorto a todos, y de modo especial a las familias cristianas, a encontrar en el santo rosario el consuelo y el apoyo diarios para avanzar por el camino de la fidelidad».
El Papa Francisco, como sus predecesores, tiene una gran devoción al Santo Rosario. De él ha dejado escrito: «El Rosario es la oración que acompaña siempre mi vida; es también la oración de los simples y de los santos… es la oración de mi corazón». Estas palabras aparecen en el prefacio de la edición italiana del libro que sobre esta oración mariana publicó en 2014 el sacerdote de rito copto católico Yoannis Lahzi Gaid, que trabaja en la secretaría personal del Pontífice.
Muchas veces ha repetido el Papa la invitación a rezar el Santo Rosario, como la Virgen pidió a Santo Domingo, a los pastorcitos en Fátima o a Santa Bernardette en Lourdes, prometiendo su protección especial y grandísimas gracias. «¡El Santo Rosario, la oración a Jesús y a la virgen María, la oración hecha juntos, es un momento precioso para hacer ahora más sólida la vida familiar y la amistad! ¡aprendamos a orar más en familia y como familia!».
En el Santo Rosario contemplamos la vida de Jesús y en ella el fundamento de nuestra vida cristiana. Y esto lo hacemos honrando a María, acompañando a María en sus latidos como mujer, como esposa, como madre, sobre todo como madre de Jesús y madre nuestra. La oración del Rosario en común, en familia, es mucho más bello, pues esa oración afianza los lazos estrechos del amor familiar, serena, anima, diluye todo cuanto pueda haber de roces o dificultades entre los que rezan unidos. El Santo Rosario transmite, comunica, una determinada energía de paz y de concordia entre aquellos que lo rezan con devoción.
«Queridos jóvenes, –decía el Papa Francisco en la audiencia general del miércoles 4 de mayo de 2016– cultiven la devoción a la Madre de Dios con el rezo cotidiano del Rosario; queridos enfermos, sientan la cercanía de María de Nazaret, en especial en la hora de cruz; y ustedes, queridos recién casados, récenle para que nunca falte en su hogar el amor y el respeto recíproco».
Oración: Derrama, Señor, tu gracia sobre nosotros, que, por el anuncio del ángel, hemos conocido la encarnación de tu Hijo, para que lleguemos, por su pasión y su cruz, y con la intercesión de la Virgen María, a la gloria de la resurrección. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Que el mes de octubre sea un mes marcado por una vivencia profunda y comprometida de esta práctica de piedad en nuestros hogares y comunidades.
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