sábado, 6 de octubre de 2018

Discurso de apertura del Sínodo de los obispos


"Estimadas Beatitudes, Eminencias y Excelencias 

Queridos hermanos y hermanas, queridísimos jóvenes.

Entrando en esta aula para hablar de los jóvenes, se siente ya la fuerza de su presencia, que transmite una positividad y un entusiasmo capaz de inundar y llenar de alegría, no solo esta aula sino toda la Iglesia y el mundo entero.

Por esta razón no puedo comenzar sin deciros antes «gracias». Gracias a los que estáis aquí presentes, gracias a tantas personas que, a lo largo de un camino de preparación de dos años —aquí en la Iglesia de Roma y en todas las iglesias del mundo— han trabajado con entrega y pasión para que pudiéramos llegar a este momento. Gracias de corazón al cardenal Lorenzo Baldisseri, secretario general del Sínodo, a los presidentes delegados, al cardenal Sérgio da Rocha, relator general, a Mons. Fabio Fabene, subsecretario; a los oficiales de la Secretaría general y a los ayudantes; gracias a todos vosotros, padres sinodales, auditores, auditoras, expertos y consultores; a los delegados fraternos; a los traductores, a los cantores, a los periodistas. Gracias de corazón a todos por vuestra participación activa y fecunda.

Un sentido «gracias» merecen los dos secretarios especiales, Padre Giacomo Costa, jesuita, y Don Rossano Sala, salesiano, que han trabajado generosamente con empeño y abnegación. Se han dejado la piel en la preparación. (...)"

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