En la parroquia de Iria, en su iglesia parroquial, encontramos una capilla dedicada a San Ildefonso.
Se conoce también como Capilla de Quito, porque fue mandada construir por el ilustre eclesiástico padronés Alonso de la Peña Montenegro, quien fue obispo de Quito.
Pero, ¿qué sabemos de Don Alonso de la Peña Montenegro? A continuación, exponemos una breve biografía.
Alonso de la Peña Montenegro nació en la villa de Padrón, y fue bautizado el 29 de abril de 1596, en la iglesia de la colegiata de Santa María, de la misma población.
Sus padres fueron Don Domingo de la Peña y Doña Mayor Faveyra, ambos de familia honrada y distinguida. Su carrera estudiantil es fulgurante. Recibe su primer título en la Universidad de Santiago de Compostela, como Bachiller en Artes y Filosofía. A los veintiún años logra el título de Licenciado y el de Maestro en las mismas materias, entrando a formar parte del claustro de la Universidad.
A los veinticinco consigue el título de Bachillerato en Teología y dos años más tarde los de Licenciado y Doctor. A partir de esa fecha comienza a superar oposiciones, conjugando las tareas académicas con las funciones de dignatario eclesiástico. Empieza como canónigo magistral en la colegiata de su ciudad natal en 1623, para pasar después a desempeñar esta misma canonjía en la catedral de Mondoñedo en 1629.
Viaja a Salamanca, con el fin de obtener las oposiciones a una beca de Teología vacante en el Colegio Viejo de San Bartolomé, donde también vence. En 1633 gana de nuevo las oposiciones para la Canonjía Magistral en la Catedral de Mondoñedo. En 1644 obtiene por oposición también la canonjía lectoral de Sagrada escritura en la catedral de Santiago de Compostela, lo que comportaba la obligación, dichosa para Peña Montenegro, de volver a impartir clases en la Universidad. Sorprendentemente, es nombrado Rector de la Universidad ese mismo año. Cuando vuelve a ocupar ese cargo en 1652, pues se desempeñaba anualmente, es elegido por el Rey Felipe IV para ser consagrado obispo de Quito. El nombramiento pontificio lo firma Inocencio X el 18 de agosto de 1653. Sin embargo, no es ordenado en España, sino que por los inconvenientes que se sucedían a un alargamiento de la sede vacante, parte para las Indias. Recibe la ordenación episcopal del Arzobispo Don Fray Cristóbal de Torres, en la ciudad de Cartagena.
Llega finalmente a Quito en 1654.
Comienza su episcopado con varias desaveniencias con el presidente de la Audiencia de Quito, Vázquez de Velasco, y con la Compañía de Jesús.
Es muy provechosa la visita pastoral que realiza en 1656 a toda la diócesis. La experiencia lograda es recogida en su «Itinerario para párrocos de Indios» publicado en Madrid en 1668, después de 14 años de ejercicio de su cargo. La profundidad de su obra refleja el perfecto conocimiento que tenía de los problemas de la diócesis, a pesar que su carácter no se caracterizara por la energía y firmeza. Muestra también del conocimiento que tenía de su diócesis es la carta que escribe el 19 de agosto de 1669 al pontífice Clemente IX dándole información al respecto. Por ella sabemos que en la ciudad de Quito había siete parroquias. En la diócesis había 205, la mitad regentadas por los regulares, quedando las restantes para los 500 clérigos diocesanos, algunos eminentes en letras, pero pobres, porque las mejores eran llevadas por los religiosos.
En cuanto a las instituciones docentes, existía el seminario de San Luis, (llevado por los jesuitas, que a su vez regentaban la Universidad de San Gregorio), y dos colegios, uno en la misma capital y otro en Cuenca.
La diócesis contaba también con ocho conventos de monjas, cuatro en la ciudad episcopal y cuatro en otras localidades. Por especiales circunstancias, teniendo ya 77 años de edad, se vio obligado a simultanear durante cuatro años y dos meses (desde marzo de 1674 hasta mayo de 1678) los cargos de obispo y de presidente interino de la Real Audiencia.
Además del «Itinerario», son conocidos también otros dos escritos de menor importancia. El primero de ellos es la contestación a la consulta del arzobispo limense don Melchor Liñán, en respuesta a la pragmática del virrey duque de la Plata contra las inmunidades eclesiásticas. El segundo, dirigido a Clemente IX, trata sobre el propósito de los dominicos de erigir una Universidad en Quito, donde ya existía la de los jesuitas. A pesar de la oposición de Alonso de la Peña Montenegro a su erección el proyecto se lleva a cabo poniendo en pie de igualdad a dominicos y jesuitas.
Finalmente, después de 33 largos años gastados en servicio a su diócesis, murió el 12 de mayo de 1687, cuando llevaba un año con las facultades mentales mermadas.
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