miércoles, 30 de abril de 2014

Primeras Comuniones

Mañana jueves, uno de mayo, como ya es costumbre, celebramos en la Parroquia, la primera tanda de la Primera Comunión. Con tal motivo, publicamos una carta de Mons. José Ignacio Munilla, sobre la Primera Comunión:
 
En muchas de nuestras parroquias se celebran en estos días las Primeras Comuniones. No sólo es un momento especial de gracia para los niños, sino también para sus familias y para las comunidades parroquiales. Todos los cristianos compartimos el gozo y la alegría de este día, sin embargo, en la celebración de la Primera Comunión vemos la necesidad de depurar algunas adherencias que pueden llegar a deformar la maravilla de este Sacramento. Permitidme algunas reflexiones:

1.- “Dejad que los niños se acerquen a mí…” (Mc 10, 14). Antes de otras consideraciones, lo primero es caer en la cuenta de que Jesucristo desea tener una relación personal con cada uno de los más pequeños. Tenemos el riesgo de despreciar la religiosidad infantil, pensando que los niños no tienen la “madurez” suficiente para discernir desde un espíritu crítico, sin dejarse arrastrar por las influencias de su entorno, y sin ser capaces de opciones definitivas de vida. Sin embargo, no es ése el pensamiento que refleja el Evangelio de Jesucristo: “Si no os hacéis como niños no entraréis en el Reino de los Cielos” (Mt 18, 3) “Le presentaban unos niños para que los tocara; pero los discípulos les reñían.  Mas Jesús, al ver esto, se enfadó y les dijo: « Dejad que los niños vengan a mí, no se lo  impidáis, porque de los que son como éstos es el Reino de Dios.  Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él. »  Y abrazaba a los niños, y los bendecía poniendo las manos sobre ellos.” (Mc 10, 13-16).

Sin duda alguna, de la lectura del Evangelio se desprende que para la unión con Dios, la soberbia del adulto es un obstáculo mucho mayor que la inmadurez del niño. Dios es perfectamente capaz de transmitir su mensaje eterno en un lenguaje sencillo e infantil. Más aún, ¡gusta de hacerlo! y posiblemente le resulte mucho más impenetrable nuestro lenguaje “adulto”. Las Primeras Comuniones de nuestros niños nos recuerdan el ideal evangélico de hacernos como niños, con toda su sencillez y pureza, en el seguimiento de Cristo.

Se narra una anécdota protagonizada por un conocido filósofo inglés ilustrado, A. Collins, quien se encontró con un campesino que, a la hora del Ángelus, interrumpía su trabajo de labriego para recogerse en la oración mariana. Con tono provocativo, el ilustrado preguntó al labriego: “¿Cómo es tu Dios? ¿Grande o pequeño?”. El labriego, sin terminar de comprender la malicia que encerraba la pregunta, le respondió sencillamente: “Dios es tan grande que no cabe en la mente de un sabio como usted, y tan pequeño que es capaz de caber en un corazón tan pequeño como el mío”. Tras su conversión, Collins manifestó años más tarde que aquella reacción del campesino había ejercido sobre él más influencia que todos los debates sostenidos y libros leídos.

2.- “¡Ay de quien escandalizare a uno de estos pequeños...!” No olvidemos que en uno de los pasajes más duros pronunciados por Jesucristo en el Evangelio, se denuncia el grave pecado que supone que los adultos profanemos la inocencia de los niños. “Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos. Y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe. Pero al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le vale que le cuelguen al cuello una de esas  piedras de molino que mueven los asnos, y le hundan en lo profundo del mar”.

No estamos hablando de casos aislados y puntuales, sino de una cultura que roba artificialmente al niño su inocencia, y que le impide disfrutar y enriquecerse de ella.  No cabe duda de que éste es uno de los obstáculos mayores, para que la Primera Comunión pueda tener todo el fruto que Dios espera de ella. Nuestra cultura consumista lanza a los niños de forma continua y sugestiva, todo un cúmulo de “sensaciones fuertes” que focalizan su atención y entorpecen en gran manera su apertura natural a los valores espirituales.

3.- “Hoy te quiero más que ayer pero menos que mañana”: Permitidme un consejo práctico e importante para cuidar la Primera Comunión de nuestros niños. Es un error que enfaticemos tanto el hecho de que sea la “primera” Comunión, y dejemos pasar desapercibida la “segunda” o la “tercera”…

A nuestros niños, más allá de la natural ilusión por lo novedoso, tenemos que transmitirles que es más importante la segunda Comunión que la primera, la tercera que la segunda, o la cuarta que la tercera; de forma similar a como es más importante que papá y mamá se sigan diciendo “hoy” que se quieren, diez años después de su boda.

Os sugiero que hablemos en profundidad con nuestros pequeños sobre cómo están preparando y viviendo esas Comuniones posteriores a su “Primera” Comunión.

4.- Los niños, signo de Dios: Es cierto que en pura lógica, somos los adultos los que tendríamos que ayudar a los pequeños a acercarse a la Eucaristía y a valorarla. Sin embargo, en los designios divinos -cada vez con más frecuencia- los niños son el camino del que Dios se está sirviendo para que muchos adultos puedan descubrir el don de la Eucaristía. Baste concluir con una anécdota sucedida en octubre de 2005, cuando el Papa tenía un encuentro con multitud de niños que recientemente habían recibido su Primera Comunión. Una pequeña le preguntó qué hacer si sus padres el domingo no van a Misa. A lo que el Papa le contestó sugiriéndole que les hablase con gran amor y respeto, diciéndoles: “Querido papá, querida mamá, ¿sabéis que hay algo muy importante para todos nosotros y también para vosotros? Encontrarnos con Jesús”.
 
 
¡ENHORABUENA A LOS NIÑOS Y NIÑAS QUE MAÑANA RECIBIRÁN POR PRIMERA VEZ A JESUCRISTO!

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