Don
Bosco y el nombre de María Auxiliadora estaban hechos el uno para el otro. Pero
tardaron en encontrarse. La historia empezó una noche de 1824. En una casa
campesina del Piamonte, a unos 50 km de Turín, un niño de 9 años sueña, y sueña
grandes cosas. Se ve a sí mismo rodeado de chicos abandonados, que se pelean
entre ellos. Una misteriosa señora le dice que tiene que dedicar su vida a
estar entre esos chicos, y que ella le ayudará.
Años
más tarde, ese chico, que se llama Juan Bosco, es ordenado sacerdote. Vive
marcado por aquel sueño. Recorre las calles de la ciudad industrial de Turín,
que entre otras cosas fabrica montones de chicos que andan perdidos por esas
mismas calles. Muchos acaban en la cárcel. Don Bosco se hace su amigo, los
cuida, los recoge...
Don
Bosco echa mano de toda la ayuda que puede. Ahora ya sabe quién era aquella
señora del sueño, la Virgen María. Al principio no habla de María Auxiliadora.
Prefiere hablar de Nuestra Señora de la Consolata, que era patrona de Turín.
Después, hacia 1850, la llamará Inmaculada. Al final, da con el nombre de su
Virgen. Se llamará Auxiliadora, porque sus jóvenes necesitan toda la ayuda del
mundo... y del Cielo . En 1856, cuando muere Mamá Margarita, que era la madre
de Don Bosco, él se dirige con estas palabras a María Auxiliadora: "Ni yo
ni mis jóvenes tenemos ya madre en esta tierra. ¿Quieres ser tú nuestra
madre?"
Y
parece que Ella aceptó la invitación. 30 años después, cuando ya es un
viejecillo sin fuerzas, Don Bosco preside la Eucaristía en el Santuario de
María Auxiliadora, presidido por una imagen de la Virgen. Se echa a llorar
varias veces y los que están a su lado le oyen decir: "Ella lo ha hecho
todo, ella lo ha hecho todo..." Desde entonces, el nombre de María
Auxiliadora y el de Don Bosco van unidos. Por eso celebramos cada año su
fiesta.
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