En el Evangelio de este domingo, Jesús vuelve a su pueblo y, aunque habla con sabiduría y hace cosas increíbles, muchos no le creen porque lo conocen “de toda la vida”. Les cuesta aceptar que alguien tan cercano pueda ser especial. Y esto también nos puede pasar a nosotros: a veces no valoramos lo que tenemos cerca, ni a los que nos hablan de Dios en casa, en clase o en la parroquia. Incluso podemos pensar que Dios no puede hacer cosas grandes en nuestra vida porque nos sentimos “uno más”. Pero Jesús te mira y te dice: sí, contigo también quiero contar. No te cierres. Aunque otros no lo vean, tú puedes ser luz.
sábado, 5 de julio de 2025
Domingo 14º del Tiempo Ordinario
Este Evangelio nos recuerda que todos estamos llamados a ser misioneros, no solo los curas o los religiosos. Jesús envía a setenta y dos discípulos —un número grande— y les dice: “¡Poneos en camino!” No les promete un camino fácil, sino que los envía “como corderos en medio de lobos”. Es decir, anunciar el Evangelio no siempre será cómodo ni bien recibido, pero Él nos da lo esencial: su paz, su presencia y la certeza de que no estamos solos. Nos pide confianza radical, sin apegos ni seguridades humanas, solo con la fuerza del Espíritu. ¡Qué bonito es saber que, cuando llevamos la paz de Dios a los demás, esa paz también vuelve a nosotros si no es acogida!
Lo mejor de todo es que Jesús no nos mide por los “éxitos visibles” que tengamos. Aunque los discípulos vuelven emocionados porque han hecho milagros y vencido al mal, Jesús les recuerda lo más importante: “Alegraos de que vuestros nombres están escritos en el cielo”. En otras palabras: no te alegres solo por lo que haces, sino por lo que eres para Dios. Somos hijos suyos, amados, llamados a construir su Reino aquí y ahora. Así que no te desanimes si a veces no ves frutos o si no todo sale como esperabas. Lo importante es caminar con Él, sembrar con amor y saber que, pase lo que pase, tu nombre está escrito en su Corazón. ¡Vale la pena dar la vida por el Evangelio!
Lo mejor de todo es que Jesús no nos mide por los “éxitos visibles” que tengamos. Aunque los discípulos vuelven emocionados porque han hecho milagros y vencido al mal, Jesús les recuerda lo más importante: “Alegraos de que vuestros nombres están escritos en el cielo”. En otras palabras: no te alegres solo por lo que haces, sino por lo que eres para Dios. Somos hijos suyos, amados, llamados a construir su Reino aquí y ahora. Así que no te desanimes si a veces no ves frutos o si no todo sale como esperabas. Lo importante es caminar con Él, sembrar con amor y saber que, pase lo que pase, tu nombre está escrito en su Corazón. ¡Vale la pena dar la vida por el Evangelio!
Suscribirse a:
Entradas (Atom)