En el Evangelio que escucharemos hoy, asistimos a los comienzos de la vida pública de Jesús y al crucial tema de la vocación. La narración describe cómo Jesús, señalado como el "Cordero de Dios" por Juan el Bautista, atrae a sus primeros discípulos, entre ellos Andrés y posiblemente Juan. Estos primeros seguidores, al experimentar la presencia transformadora de Jesús, se sienten impulsados a compartir su hallazgo con otros, iniciando así una cadena de encuentros y descubrimientos que llevarán a la formación del grupo de los apóstoles. Este relato no solo nos habla de la selección de los primeros discípulos, sino también de cómo el descubrimiento de Jesús lleva a una transformación interior y a la necesidad natural de compartir esa experiencia con otros.
El mensaje que podemos extraer de estas lecturas es doble. Primero, nos recuerda que el seguimiento de Dios es una invitación abierta, no una obligación impuesta; es un acto de descubrimiento personal y de elección libre. Segundo, nos desafía a reflexionar sobre nuestra propia experiencia espiritual: si hemos descubierto verdaderamente a Dios en nuestras vidas, ¿cómo se refleja esto en nuestra disposición a compartir nuestra fe con otros? Este pasaje nos invita a examinar la profundidad de nuestro descubrimiento de Dios y a considerar cómo puede y debe influir en nuestra vida diaria, en nuestras relaciones con los demás y en nuestro testimonio personal de fe. Nos anima a ser conscientes de nuestras limitaciones, pero también a verlas como oportunidades para crecer y profundizar en nuestra relación con el Señor.
El mensaje que podemos extraer de estas lecturas es doble. Primero, nos recuerda que el seguimiento de Dios es una invitación abierta, no una obligación impuesta; es un acto de descubrimiento personal y de elección libre. Segundo, nos desafía a reflexionar sobre nuestra propia experiencia espiritual: si hemos descubierto verdaderamente a Dios en nuestras vidas, ¿cómo se refleja esto en nuestra disposición a compartir nuestra fe con otros? Este pasaje nos invita a examinar la profundidad de nuestro descubrimiento de Dios y a considerar cómo puede y debe influir en nuestra vida diaria, en nuestras relaciones con los demás y en nuestro testimonio personal de fe. Nos anima a ser conscientes de nuestras limitaciones, pero también a verlas como oportunidades para crecer y profundizar en nuestra relación con el Señor.
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