domingo, 19 de marzo de 2023

IV Domingo de Cuaresma A

Los ciegos eran gente, como otras, que no contaban para nada en la sociedad judía. Si habían nacido ciegos se les consideraba pagadores de culpas ajenas y por lo tanto, eran considerados los más miserables de los miserables. Y Jesús se para a curar a uno de ellos. ¿Qué importaba un ciego más o menos?, pero claro que sí importaba. Más que nada para aclarar algunas cosas sobre la responsabilidad personal. El ciego era ciego de nacimiento, y no mentía al decirse ciego, pero tenía un sincero deseo de abrir los ojos, quería ver mas allá de lo que sus limitaciones físicas le impedían. En cambio los fariseos, presumían de buena vista, pero se comportaban como aquellos que no ven mas allá de lo que se les pone delante, son incapaces de ir un poco mas lejos de lo que es su campo visual, o sea sus intereses, o lo que ellos solos consideran como importante. Jesús resuelve la cuestión y dejará claro que la culpa la tiene, no el ciego que hereda pecados como pensaban los fariseos, sino que tiene mas culpa aquel que presuma de ver pero no sabe discernir lo que ve.

Si hace una semana pensábamos de qué estábamos sedientos en nuestra vida, hoy no estaría del más que pensáramos en cuales son nuestras cegueras. Posiblemente nos resulte más fácil ver la paja en el ojo ajeno que la viga en el nuestro, ver los defectos de los demás que reconocer los nuestros, defecto por otra parte demasiado común entre nosotros. Tenemos que ser lo suficientemente valientes, y lo suficientemente sinceros como para reconocer que en nuestro corazón no todo es luz y claridad, no todo es trigo limpio, hay también tinieblas y oscuridades, hay cosas que están mal y hay que saber reconocerlas, para después superarlas.

Pedirle a Jesús que nos devuelva la vista es pedirle ver de otra forma. Los ojos que abre Jesús descubren realidades inéditas que no ven los demás ojos. Cuando vemos como ve El nos asomamos al mundo en el que la adultera es perdonada, el ciego de nacimiento es curado, la samaritana cambia de vida, un mundo en el que personas están en el centro y todo lo demás es secundario. La vista que devuelve Jesús no sirve para ver mejor, sino para ver de otra manera.
 

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