Podemos estar empeñados en pretender cambiar el mundo sólo con la mera repetición de unas fórmulas aprendidas, podemos pretender que con el mero cumplimiento de unos preceptos ya hacemos lo suficiente, podemos refugiarnos en la confianza ciega de aquel que no hace nada, esperando que le salve la divinidad.
Ese no es el Dios en el que nosotros creemos. Nuestro Dios es aquel que utilizó los labios de Isaías, para indicarnos nuestra equivocación, es aquel que nos envió a su Hijo y nos enseñó el camino. Para que hoy yo clame al Señor y me escuche tengo que acercarme al necesitado, que sí que los hay, siempre hay alguien que necesita de mi presencia, no solo para que lo ayude económicamente; hay gente que necesita de mi cercanía, de mi ayuda, de mi sonrisa, de mi mano en el hombro, y yo por mi egoísmo, por mi soberbia, por mi dejadez, por el que dirán le doy de lado. Cuando yo me atreva a cambiar mi corazón, y lo haga mas misericordioso, sencillo, limpio, compasivo, tierno, entonces clamaré al Señor y el me escuchara, y yo notaré su presencia junto a mí. Mientras me refugie en otras cosas, que no hagan realidad esto, el Señor aunque me espere, porque siempre me espera, siempre espera mi cambio, el Señor no estará contento conmigo.
San Mateo, en el evangelio nos sigue insistiendo en lo importante del testimonio en la vida del cristiano. Yo tengo que ser luz y sal para los que me rodean. ¿Pero como voy a ser luz para los otros si mi vela esta apagada?, ¿cómo voy a ser sal, si mi comportamiento es insípido?. Parece que solo nos queda reconocer ante el Señor, nuestra falta de autenticidad en lo que dice relación a nuestra fe. Somos creyentes, porque estamos bautizados, pero nuestra conducta no demuestra esa realidad, el peso de nuestra fe a la hora de determinar nuestra conducta es demasiado poco.
La Eucaristía de hoy es una invitación a dejarnos de teorías y pasar definitivamente a la acción. Es la hora en la que esa frase tan falta de sentido, y que se ha hecho tan popular entre nosotros “soy creyente, pero no practicante” hay que arrojarla a la papelera. Se entiende que no practican porque no van a misa... cuando la práctica del cristiano además de ir a misa, lleva consigo otras cosas también muy importantes... si uno es creyente tiene que comportarse como tal, sino es así es porque en realidad no creemos lo que decimos.
Reconocerse pecador en una actitud fundamentalmente religiosa, pero ese reconocimiento debe llevar consigo también una actitud enérgica de intentar ser mas auténticos y más profundos a la hora de ser luz y sal para los otros. Echa una mirada a tus actos, echa una mirada a tu conducta, de verdad, ¿ella puede ser luz y sal para los que la ven?
Ese no es el Dios en el que nosotros creemos. Nuestro Dios es aquel que utilizó los labios de Isaías, para indicarnos nuestra equivocación, es aquel que nos envió a su Hijo y nos enseñó el camino. Para que hoy yo clame al Señor y me escuche tengo que acercarme al necesitado, que sí que los hay, siempre hay alguien que necesita de mi presencia, no solo para que lo ayude económicamente; hay gente que necesita de mi cercanía, de mi ayuda, de mi sonrisa, de mi mano en el hombro, y yo por mi egoísmo, por mi soberbia, por mi dejadez, por el que dirán le doy de lado. Cuando yo me atreva a cambiar mi corazón, y lo haga mas misericordioso, sencillo, limpio, compasivo, tierno, entonces clamaré al Señor y el me escuchara, y yo notaré su presencia junto a mí. Mientras me refugie en otras cosas, que no hagan realidad esto, el Señor aunque me espere, porque siempre me espera, siempre espera mi cambio, el Señor no estará contento conmigo.
San Mateo, en el evangelio nos sigue insistiendo en lo importante del testimonio en la vida del cristiano. Yo tengo que ser luz y sal para los que me rodean. ¿Pero como voy a ser luz para los otros si mi vela esta apagada?, ¿cómo voy a ser sal, si mi comportamiento es insípido?. Parece que solo nos queda reconocer ante el Señor, nuestra falta de autenticidad en lo que dice relación a nuestra fe. Somos creyentes, porque estamos bautizados, pero nuestra conducta no demuestra esa realidad, el peso de nuestra fe a la hora de determinar nuestra conducta es demasiado poco.
La Eucaristía de hoy es una invitación a dejarnos de teorías y pasar definitivamente a la acción. Es la hora en la que esa frase tan falta de sentido, y que se ha hecho tan popular entre nosotros “soy creyente, pero no practicante” hay que arrojarla a la papelera. Se entiende que no practican porque no van a misa... cuando la práctica del cristiano además de ir a misa, lleva consigo otras cosas también muy importantes... si uno es creyente tiene que comportarse como tal, sino es así es porque en realidad no creemos lo que decimos.
Reconocerse pecador en una actitud fundamentalmente religiosa, pero ese reconocimiento debe llevar consigo también una actitud enérgica de intentar ser mas auténticos y más profundos a la hora de ser luz y sal para los otros. Echa una mirada a tus actos, echa una mirada a tu conducta, de verdad, ¿ella puede ser luz y sal para los que la ven?
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