En este Evangelio, Jesús les dice a sus amigos algo que también nos sirve mucho a nosotros: no pongáis vuestra seguridad en lo que se ve, porque todo eso pasa. El templo era impresionante, como hoy puede serlo un estadio, un centro comercial o nuestras redes sociales llenas de “likes”, pero Jesús recuerda que nada de eso es eterno. Habla de guerras, terremotos, problemas… y enseguida pensamos en las noticias, en los líos del mundo, en lo que nos da miedo del futuro. Incluso avisa de que algunos se reirán de nosotros o nos tratarán mal por ser cristianos, a veces incluso dentro de la propia familia. Pero ahí viene lo más fuerte: Jesús promete estar a nuestro lado, darnos fuerza y palabras cuando no sepamos qué decir, y cuidar de nosotros hasta en los detalles más pequeños. No nos pide que lo entendamos todo, sino que perseveremos, que no abandonemos la fe cuando las cosas se ponen difíciles. “Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”: es como decirnos que lo importante no es brillar un día, sino ser fieles cada día, poquito a poco, confiando en que, pase lo que pase, en sus manos nuestra vida está segura.

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