Sobre el purgatorio se dicen muchas cosas, pero no siempre tenemos ideas claras para orientar nuestra propia fe y nuestro apostolado. Resumidamente, el padre Mike señala los puntos principales sobre la doctrina del purgatorio dentro de la unidad de la fe católica. Los puntos que toca son muy claros y los apoya con ejemplos gráficos. Además sustenta muchas ideas con textos bíblicos. Para complementar esta catequesis, te ponemos a continuación algunos párrafos del Catecismo de la Iglesia Católica (al cual es importante acudir siempre para nuestra buena formación) que te ayudarán a complementar las ideas del video y profundizar más en ellas.
Que con estos recursos puedas sentirte llamado a vivir tu vida cristiana como una respuesta libre a la gracia de Dios y puedas ver el purgatorio como una extensión de la misma dinámica esencial de nuestra vida: ser llamados, amados y purificados por Dios para entrar en comunión con Él.
El juicio particular
«La muerte pone fin a la vida del hombre como tiempo abierto a la aceptación o rechazo de la gracia divina manifestada en Cristo (cf. 2 Tm 1, 9-10). El Nuevo Testamento habla del juicio principalmente en la perspectiva del encuentro final con Cristo en su segunda venida; pero también asegura reiteradamente la existencia de la retribución inmediata después de la muerte de cada uno como consecuencia de sus obras y de su fe. La parábola del pobre Lázaro (cf. Lc 16, 22) y la palabra de Cristo en la Cruz al buen ladrón (cf. Lc 23, 43), así como otros textos del Nuevo Testamento (cf. 2 Co 5,8; Flp 1, 23; Hb 9, 27; 12, 23) hablan de un último destino del alma (cf. Mt 16, 26) que puede ser diferente para unos y para otros» (Catecismo de la Iglesia Católica 1021).
«Cada hombre, después de morir, recibe en su alma inmortal su retribución eterna en un juicio particular que refiere su vida a Cristo, bien a través de una purificación, bien para entrar inmediatamente en la bienaventuranza del cielo, bien para condenarse inmediatamente para siempre» (Catecismo de la Iglesia Católica 1022).
«A la tarde te examinarán en el amor» (San Juan de la Cruz, Avisos y sentencias, 57).
La purificación final o purgatorio
«Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo» (Catecismo de la Iglesia Católica 1030).
«La Iglesia llama purgatorio a esta purificación final de los elegidos que es completamente distinta del castigo de los condenados. La Iglesia ha formulado la doctrina de la fe relativa al purgatorio sobre todo en los Concilios de Florencia (cf. DS 1304) y de Trento (cf. DS 1820; 1580). La tradición de la Iglesia, haciendo referencia a ciertos textos de la Escritura (1 Co 3, 15; 1 P 1, 7) habla de un fuego purificador» (Catecismo de la Iglesia Católica 1031).
«Esta enseñanza se apoya también en la práctica de la oración por los difuntos, de la que ya habla la Escritura: “Por eso mandó [Judas Macabeo] hacer este sacrificio expiatorio en favor de los muertos, para que quedaran liberados del pecado” (2 M 12, 46). Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el sacrificio eucarístico (cf. DS 856), para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios. La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos» (Catecismo de la Iglesia Católica 1032).
«Llevémosles socorros y hagamos su conmemoración. Si los hijos de Job fueron purificados por el sacrificio de su padre (cf. Jb 1, 5), ¿por qué habríamos de dudar de que nuestras ofrendas por los muertos les lleven un cierto consuelo? […] No dudemos, pues, en socorrer a los que han partido y en ofrecer nuestras plegarias por ellos» (San Juan Crisóstomo, In epistulam I ad Corinthios homilia 41, 5).
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