domingo, 30 de octubre de 2016

Al acercarse Halloween...

Al acercarse la fecha de Halloween, se escuchan todo tipo de opiniones acerca de este tema: desde quienes demonizan la fiesta, pensando que si sus hijos se disfrazan de vampiros, estarán rindiendo culto al mismo Lucifer, hasta quienes dicen: “es una fiesta inocente, burlesca y sin ninguna connotación religiosa o filosófica”. Por eso, muchas instituciones educativas la promueven, “porque divierte mucho a los niños”.





En los orígenes… 
El nombre de Halloween es la deformación americana del término en el inglés de Irlanda, «All Hollows´ Eve»: Vigilia de Todos los Santos. Debido a la costumbre inglesa de contraer los nombres para una pronunciación más rápida y directa, esto derivó en el definitivo "Halloween", aunque la fiesta religiosa original nada tiene que ver con la celebración del Halloween actual. Esta antiquísima fiesta cristiana llegó a Estados Unidos junto con los emigrantes irlandeses, que tenían una profunda devoción por los santos. Y allí echó raíces para sufrir paulatinamente una radical transformación, perdiendo el sentido católico de esa noche y acentuando el aspecto lúgubre y morboso, lleno de terror y fantasmas, donde los muertos se alzan atormentando a los vivos.
Halloween no es más que la última versión, secularizada y repaganizada, de una fiesta católica, que se fue transformando en un carnaval del terror y en una gran oportunidad para el consumo. Actualmente muchos están buscando, en su versión “New Age”, sus raíces paganas, reorganizando un nuevo calendario esotérico. 

Antes del cristianismo
La fiesta se remonta, en realidad, a tiempos anteriores al cristianismo. Hacia el siglo VI antes de Cristo, los antiguos celtas del norte de Europa celebraban el 1 de noviembre, como el primer día del año. La fiesta de Samhein, fiesta del sol, que comenzaba la noche del 31 de octubre, marcaba el fin del verano y de las cosechas. Los colores del campo y el calor del sol desaparecían ante la llegada de los días de frío y oscuridad. Creían que en aquella noche, el dios de la muerte permitía a los difuntos volver a la tierra, fomentando un ambiente de muerte y terror. La separación entre los vivos y los muertos se disolvía aquella noche, haciendo posible la comunicación entre unos y otros. Según la religión celta, las almas de algunos difuntos estaban atrapadas dentro de animales feroces y podían ser liberadas ofreciendo a los dioses sacrificios de toda índole, incluso sacrificios humanos. 
Creían que esa noche los espíritus malignos, fantasmas y otros monstruos salían libremente para aterrorizar a los hombres. Para aplacarlos y protegerse se hacían grandes hogueras y, disfrazándose de maneras macabras, trataban de pasar desapercibidos a sus miradas amenazantes. 
Cuando los pueblos celtas se convirtieron al cristianismo, no todos renunciaron a las costumbres paganas. En el siglo VIII, el cristianismo colocó la fiesta de Todos los Santos el 1º de Noviembre, quedando así la noche del 31 de octubre, como la Vigilia de esa gran fiesta. La coincidencia cronológica generó no pocas supersticiones sincretistas, que mezclaron la fiesta de los santos, con las antiguas creencias celtas. 
Sin embargo el “Halloween” que hoy se celebra muy poco tiene que ver con los celtas, y menos aún con la fe cristiana. Es un fenómeno completamente estadounidense. 

Los mejores consumidores del nuevo mercado: niños y adolescentes. 
Actualmente se presenta como una oferta preferentemente consumista: vender productos de carnaval, además de espacios publicitarios en las películas de terror y sitios en internet. Halloween se propone comercialmente como una fiesta joven, divertida, diferente, «transgresora». Y aquí, niños y adolescentes son los destinatarios privilegiados del nuevo producto...




¿Sólo diversión? En el umbral del espiritismo... 
Nos parece importante tomar conciencia de la cantidad de niños y adolescentes que se adhieren ingenuamente a un sinfín de creencias ocultistas, frente a la colonización cultural en la que nos encontramos. No son pocos, los que cada vez son más permeables y crédulos para traer todo tipo de propuestas espirituales y ocultistas que estén de moda, sin percibir sus reales contenidos a primera vista. 

Sin embargo... 
No pensamos que haya que condenar demonizando la fiesta, pero sí informar al menos sobre el origen y sentido del fenómeno, y ver que se da una excelente oportunidad para hablar de los santos, la muerte y la vida eterna (en vísperas del 1 y 2 de noviembre) anunciando la buena noticia del amor de Dios que nos salva, rescatándonos de toda forma de mal. 
Si bien es verdad que muchos niños solo lo celebran como una mera diversión, no es menos cierto que el mundo de los espíritus y la brujería es cada vez más cotidiano para ellos y se les despiertan muchas dudas sobre estos temas. 
Mientras sigue avanzando una visión secularista y pragmática de la vida, dejando a Dios de lado, crece por otro, un gran interés por el mundo de lo oculto y lo extraño, de la superstición y credulidad en antiguos mitos paganos... y esto, lleva a algunos a creer en toda clase de fuerzas ocultas, fantasmas y hechizos. 
Sin la fe en Dios, el ser humano se arrastra hacia la necesidad de protegerse de fuerzas extrañas que no puede dominar, llenándose de miedo y buscando solución en ese mismo mundo lleno de espíritus, fantasmas y "energías". 
Como cristianos, profesamos que solo Jesucristo nos libera de la muerte y de toda forma de mal. Solo Él le da sentido al sufrimiento con su Cruz. Solo Él es vencedor sobre el horror y la muerte. Solo Dios basta para quién ha recibido la gracia y vive como discípulo de Cristo. 
Seguir a Jesús, y celebrar los santos en la víspera del 1 de noviembre, es celebrar la vida, la victoria del amor sobre el odio, la victoria de la vida sobre la muerte, la victoria de Jesucristo que es nuestra, porque estamos unidos a él. No creo que haya recetas para desafíos de este tipo, pero lo que se puede pedir a cualquier cristiano es un mínimo de discernimiento y responsabilidad frente al consumo de fenómenos que, si en sí mismos pueden parecer inofensivos, abren la puerta a no pocos peligros y tergiversaciones del sentido de la vida y de la muerte, del sentido de la diversión y de la fiesta. Enseñémosles a los niños y adolescentes el verdadero sentido y contenido de la fiesta como parte de una educación responsable.

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