viernes, 17 de octubre de 2025

Domingo 29º del Tiempo Ordinario C

El Evangelio de hoy (Lc 18,1-8) nos pone delante a una mujer frágil a los ojos del mundo, pero enorme a los ojos de Dios: una viuda que no se rinde. No tiene palancas ni influencias, solo su voz y su perseverancia. Jesús la presenta como maestra de oración: volver una y otra vez al Señor, incluso cuando parece que no pasa nada. La insistencia no busca “forzar” a Dios, sino dejarnos moldear por Él, purificar nuestros deseos y mantener viva la esperanza. Si un juez indiferente termina escuchando, ¡cuánto más escuchará el Padre que nos ama! En tiempos de prisa y cansancio, esta página del Evangelio nos anima a no abandonar la oración cotidiana —personal, en familia, en comunidad— porque ahí el corazón se ensancha y se fortalece la fe.

Pero Jesús también nos invita a mirar dentro: ¿no vivimos a veces como ese juez, cerrando el corazón al clamor de los demás? La oración auténtica nos despierta a la justicia, nos hace sensibles al que sufre y nos impulsa a actuar. Perseverar en orar es perseverar en amar: sostener al enfermo, acompañar al que está solo, perdonar en casa, trabajar con honestidad, defender al débil. Al final, la pregunta de Jesús —“cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?”— no es una amenaza, sino una llamada cercana: mantén encendida la pequeña llama de la fe con gestos concretos y confianza tenaz. Dios no se olvida; su respuesta a veces tarda a nuestros ojos, pero llega a su tiempo y siempre es más grande que nuestras expectativas. 

Pasatiempos Domingo 30 del Tiempo Ordinario, C

 

Aquí las soluciones:



 

domingo, 12 de octubre de 2025

El Arzobispo invita a “ser artesanos de reconciliación” en el Jubileo del Arciprestazgo de Iria–Santiago

La comunidad del Arciprestazgo de Iria–Santiago peregrinó este sábado desde la parroquia de Padrón hasta la iglesia de Santa María la Mayor de Iria, antigua sede episcopal, donde el Arzobispo de Santiago presidió la Misa jubilar.

En su homilía, el prelado centró el Jubileo en la certeza paulina de que “la esperanza no defrauda”. Recordó que Cristo es puerta, camino y meta de la vida cristiana, y llamó a acoger este “año de gracia” como tiempo de sanación y perdón: “Necesitamos dejarnos alcanzar por la misericordia para curar heridas y reconstruir la comunión”.

Pidió a los fieles “ser artesanos de reconciliación”, evitando rutinas, prejuicios y divisiones, y traduciendo la fe en gestos concretos de caridad, especialmente con los más olvidados. “El Señor nos espera muy cerca: en el hermano”, subrayó.

La celebración culminó con la Eucaristía —“el mejor acto de gracias, pan para el camino”— y con la encomienda a la Virgen María, Estrella de la Esperanza, para seguir caminando como Iglesia diocesana, testigos de un Evangelio que ilumina y da sentido a la vida.

Tras la Eucaristía, los asistentes se desplazaron al Hotel Scala, para una comida de confraternización.


 

Misas e intenciones de la parroquia de Padrón


 

viernes, 10 de octubre de 2025

Domingo 29º del Tiempo Ordinario, C

El Evangelio de este domingo (Lc 17, 11-19) nos presenta a Jesús sanando a diez leprosos, pero solo uno —un samaritano— vuelve para darle gracias. Es un pasaje que nos toca el corazón, porque no habla solo de milagros, sino del modo en que respondemos a la misericordia de Dios. Todos los leprosos fueron curados, pero solo uno fue verdaderamente salvado. ¿La diferencia? La gratitud. Este hombre no se quedó solo con el beneficio recibido; volvió, se postró ante Jesús y reconoció su presencia salvadora. En su acción hay fe, humildad y amor.

La escena nos deja una pregunta muy directa: ¿somos agradecidos con Dios o nos acostumbramos a sus bendiciones como si fueran algo automático? En un mundo donde todo parece deberse y nada se agradece, este evangelio nos recuerda que la fe verdadera incluye el reconocimiento de lo que Dios hace por nosotros. Y ese reconocimiento no se queda en palabras bonitas, sino que se expresa en gestos concretos: volver a Jesús, adorarlo, y vivir con un corazón agradecido. Ahí es donde empieza la salvación, no solo en lo que pedimos, sino en cómo respondemos.

martes, 30 de septiembre de 2025

Domingo 27º del Tiempo Ordinario, C

El Evangelio de este domingo nos recuerda que la fe no es cuestión de tamaño sino de confianza. Los apóstoles piden: «Auméntanos la fe», y Jesús responde con la imagen del grano de mostaza: una semilla diminuta capaz de mover lo imposible cuando se pone en manos de Dios. La fe cristiana es adhesión viva a Cristo, que actúa en nosotros más allá de nuestros cálculos. No es magia ni autoayuda: es decirle al Señor «confío en Ti» en medio de las pruebas, la rutina y las responsabilidades. Cuando una familia reza junta, cuando un enfermo ofrece su dolor, cuando un joven elige el bien a contracorriente, ahí la fe —aunque parezca pequeña— abre espacio al poder de Dios.

La segunda parte del texto nos habla del servicio humilde: «Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que teníamos que hacer». No significa que nuestra vida no valga, sino que todo es gracia: lo que somos y lo que hacemos procede primero del amor de Dios. Por eso, el discípulo sirve sin reclamar privilegios, sin buscar aplausos, y descubre la alegría de amar gratuitamente como Jesús. En la Iglesia, en la parroquia, en casa, el camino es el mismo: fidelidad en lo pequeño, mansedumbre en el trato, perseverancia cotidiana. Así, con fe confiada y servicio humilde, el Señor realiza obras grandes en nosotros y a través de nosotros.

Pasatiempos Domingo 27º del TO, C

 

Ahora las soluciones:


 

Misas e intenciones de la parroquia de Iria


 

jueves, 25 de septiembre de 2025

Domingo 26º del Tiempo Ordinario, C

El Evangelio del rico epulón y el pobre Lázaro nos pone un espejo delante: no es una condena por tener bienes, sino por vivir de espaldas al hermano que sufre. Lázaro tiene nombre —Dios lo conoce—; el rico no, porque su vida se definió por lo que poseía, no por a quién amaba. El pecado aquí es de omisión: vio, cada día, y no hizo nada. Jesús nos recuerda que la verdadera riqueza es el corazón misericordioso que se deja tocar por la herida del otro. Donde hay indiferencia, el abismo empieza a abrirse ya en esta vida. Por eso la Iglesia insiste en la caridad concreta, la justicia y el cuidado de los más frágiles: ahí se juega nuestra fidelidad al Evangelio.

La segunda enseñanza es urgente: el tiempo de convertirse es ahora. “Tienen a Moisés y a los profetas”, dice Abraham; hoy tenemos la Palabra, la voz de la Iglesia y, sobre todo, a Cristo resucitado. No necesitamos señales extraordinarias para empezar a cambiar; necesitamos escuchar y poner por obra. ¿Cómo hacerlo? Abriendo los ojos —y la puerta— a los “Lázaros” de nuestro entorno, revisando nuestros hábitos de consumo, compartiendo con generosidad y cultivando una oración que ensanche el corazón. Así, cuando llegue el encuentro definitivo con Dios, no encontraremos un abismo, sino los brazos del Padre, que reconoce en nosotros el rostro de su Hijo, hecho pobre para enriquecernos con su amor.