viernes, 25 de julio de 2014

26 de julio: San Joaquín y Santa Ana

Joaquín y Ana son los nombres que una tradición, que arranca del siglo II, atribuye a los padres de la Virgen María. Son dos nombres llenos de grandeza a los ojos de Dios, grandeza que se esconde en la sencillez y la humildad.

Ellos se acercaban al ocaso de la vida sin descendencia pero la tardanza no ahogaba los anhelos de Joaquín y Ana. Ellos seguían rezando con esperanza. Las oraciones de Ana fueron escuchadas. Un ángel -según algunos el mismo de la Anunciación- se aparece a Ana en la Puerta Dorada del templo y le profetiza el nacimiento de una Niña que se llamará María y será la predilecta del Señor.

En el seno estéril de Ana germinó la plenitud de la gracia. En sus entrañas se realizó el sublime misterio de la Concepción Inmaculada de María "prodigio de prodigios y abismo de milagros", dice el Damasceno. "Santa tierra estéril, que al cabo produjo, toda la abundancia, que sustenta el mundo", según se expresa Miguel de Cervantes en "La Gitanilla".
 
Todos los antiguos anhelos se habían condensado en Joaquín y Ana, en ellos se iban a cumplir las promesas. Fueron los padres dichosos de la niña María, que Dios luego la haría su Madre y nuestra Madre.
 
El culto a Santa Ana es muy antiguo y anterior al de San Joaquín. En Jerusalén está la iglesia de Santa Ana, cerca del templo. Allí vivían, según la tradición, Joaquín y Ana. Y, según la opinión de muchos Padres, ahí nació la Aurora de nuestra salvación, la Virgen María.

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