viernes, 1 de noviembre de 2019

Santos y Difuntos...


Noviembre. Un mes que comenzamos con el recuerdo de la muerte y de nuestros difuntos. Aunque de hecho el mes comienza no con la conmemoración de los fieles difuntos –día 2-, sino con la gozosa celebración de todos los santos –día 1-. Es decir, que anteponemos la vida a la muerte; la vida en Dios, en el cielo, de quienes se abrieron, en la vida y en la muerte, a su bondad y a su misericordia, en la fe, la esperanza y el amor. 

Festividad de Todos los Santos.- A principios del siglo IV, la persecución masiva de los cristianos, por parte del emperador Diocleciano, produjo tantos mártires, que la Iglesia instauró un día común para conmemorar a todos ellos: el Día de Todos Los Santos. En este día se conmemora a todos los cristianos fallecidos a lo largo de los siglos y que están en los cielos. Veneramos a aquellas personas que vivieron fieles al Evangelio, a pesar de sus debilidades. Es la gran fiesta del cielo. Es una fiesta muy celebrada y participada por los cristianos en todo el mundo. Celebramos, pues, los méritos de todos los santos. Eso significa  sobre todo celebrar los dones de Dios, las maravillas que Dios ha obrado en la vida de estas personas, su respuesta a la gracia de Dios, el hecho de que seguir a Cristo con todas las consecuencias es posible. 

Las dos celebraciones nos sitúan ante el misterio de la muerte y nos invitan a renovar nuestra fe y esperanza en la vida eterna.

Una multitud inmensa de santos canonizados y otros no canonizados. Ellos han llegado a la plenitud que Dios quiere para todos. Celebramos y recordamos también la llamada universal a la santidad que nos hace el Señor: “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5, 48).

En el Día de Difuntos, la Iglesia nos invita a rezar por todos los difuntos, no sólo por los de la familia o los seres más cercanos, sino por todos, incluyendo especialmente a aquellos de los que nadie hace memoria.

La costumbre de orar por los difuntos es tan antigua como la Iglesia, pero la fiesta litúrgica se remonta al 2 de noviembre de 998 cuando fue instituida por san Odilón, monje benedictino y quinto abad de Cluny en el sur de Francia.

Roma adoptó esta práctica en el siglo XIV y la fiesta se fue expandiendo por toda la Iglesia. En este día contemplamos el misterio de la Resurrección de Cristo que abre para todos el camino de la resurrección futura.

En estos días, una de nuestras tradiciones más arraigadas es la visita a los cementerios para cumplir con los familiares difuntos. Momento de oración, momento para el recuerdo de los seres queridos que nos han dejado, momento de reunión familiar.